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Lille abre sus puertas como capital cultural con más de 2.000 espectáculos

La reivindicación social y los homenajes a Rubens y Matisse destacan en el programa

Gabriela Cañas

Libertad, igualdad, fraternidad y cultura. Éste podría ser el lema de Lille 2004, el programa diseñado para celebrar la capitalidad cultural de una ciudad de gobierno socialista que ha buscado más el factor de desarrollo de una urbe en cierto declive de pasado industrial y comercial que los grandes nombres de la cultura oficial. La apertura de centros culturales en barrios obreros, la contratación de jóvenes artistas y la recuperación de espacios urbanos para la ciudadanía comparten programa con los grandes acontecimientos del año, como serán los homenajes a Rubens y Matisse.

Lille es ahora una isla en el panorama conservador francés -de ahí procede precisamente su nombre, de la palabra francesa l'île-: gobierna la socialista Martine Aubry, ex ministra de Empleo e impulsora de las 35 horas, que sucedió en el cargo a otro socialista de mayor renombre, Pierre Mauroy. Quizá por todo ello, el programa de Lille 2004 incide más en la cultura como una forma de dotar de un nuevo impulso económico y social a la ciudad y a la región entera, la de Nord-Pas de Calais.

"Esta fiesta no se hará sin hablar de los 850.000 parados, excluidos del seguro de desempleo a partir de 2004". "En este país, se comercia con el servicio público", dice el texto que han firmado y aireado el mismo día de la inauguración los cientos de artistas que participan en Lille 2004, en el que se critica la reforma laboral acometida por el Gobierno conservador de Jean-Pierre Raffarin e incluso las "dudosas" prácticas de las compañías privadas francesas, algunas de las cuales patrocinan el evento. "No es casualidad que las tiranías hayan perseguido siempre a los artistas", apostilla Aubry. "Hemos querido evitar el superfestival. Buscamos los reencuentros", ha declarado Didier Fusillier, el director del acontecimiento.

Una orquesta de 1.200 músicos en plena calle inauguró con sus acordes la noche del sábado pasado el inicio del año cultural y hasta un millón de personas (según la organización) desafiaron al frío y tomaron las calles iluminadas por la música y las comparsas. Fue la respuesta masiva a esta incitación social, artística y festiva. La estación de Lille-Flandres sirvió de escenario a la grandísima orquesta. Esa misma estación da ya la bienvenida al visitante exhibiendo unos filtros rosas sobre los 10.000 metros cuadrados de cristal ensamblado en su techo de estructura férrea. Los autores son Hervé Descottes, iluminador, y Alain Duchase, diseñador de automóviles, que forman la agencia Patrick Jouin. Encarnan, dice el prospecto oficial, la nueva generación de diseñadores franceses. La metamorfosis de color conseguida sobre los andenes resume bien el hilo conductor (si es que hay alguno) de esta capital cultural: un evidente gusto por la estética industrial supervisada por la mirada de los artistas del siglo XXI.

El camino de las estrellas es otro claro ejemplo. La ciudad ha puesto en manos de un autor de cómics, Jean-Claude Mezières, creador de Valérian, la calle principal del centro histórico, que él ha redecorado con siete arcos convirtiendo la avenida en una pista de despegue propia de una ciencia-ficción más próxima a Star Trek que a la de La guerra de las Galaxias.

Las oficinas de correos se han convertido en un museo que acoge robots, en los que cuenta más la estética que la ingeniería, y que expone también los automóviles del futuro, donde, por supuesto, comparten protagonismo los prototipos del primer coche eléctrico que, capaz de alcanzar los 105 kilómetros por hora, marcó un récord histórico allá por 1899, con la réplica del Lunar Rover creado por Boeing en 1971. Aquí, como en otras muestras, la iluminación es extremadamente cuidada y suple los desperfectos de las viejas estructuras.

La recuperación de los espacios ciudadanos es una constante. El palacio de la Ópera acaba de ser restaurado (obras de Mozart, Haendel, Aperghis y Puccini le esperan, además de la danza contemporánea de Bill T. Jones que está en escena esta semana), una vieja pero bella piscina cubierta art-déco de 1930 es ahora un museo del arte y de la industria y doce viejas construcciones se están convirtiendo en lo que se ha bautizado como Maisons follie (casas locas o divertidas), que son, sencillamente, centros culturales (bares y guarderías incluidos) en barrios deprimidos. Centros culturales abiertos a la ciudadanía y a artistas de toda Europa, pues las instalaciones cuentan con talleres de trabajo e incluso alojamientos. Algunas están todavía en construcción.

Uno de los grandes acontecimientos será el homenaje al pintor flamenco Pierre Paul Rubens (1577-1640), con varias exposiciones entre marzo y julio en las francesas Lille y Arras, la cercana Amberes (Bélgica) y la otra capital cultural del año, Génova. La exposición de Matisse se desarrollará ya durante el último trimestre en el museo de su ciudad natal, Le Cateau Cambrésis.

Los siete arcos de Jean-Claude Mezières en una de las principales calles de Lille.
Los siete arcos de Jean-Claude Mezières en una de las principales calles de Lille.G. C.

Cruce de caminos

Lille no es un destino turístico. Es más bien un lugar de paso entre París y Londres, una ciudad fronteriza, más próxima a Bruselas que a la capital francesa, que en el pasado perteneció a la Corona española hasta su anexión a Francia en 1667. El hecho de que fuera la salida al mar del norte de Francia convirtió desde su nacimiento a toda esta región en un importante núcleo comercial. La industria textil y después el negocio de la distribución son el motor de su prosperidad.

Lille tiene 230.000 habitantes, pero toda la región (que incluye Roubaix, pero también ciudades belgas como Tournai) suma más de un millón. La crisis del textil y otros factores la castigan ahora, pero sus habitantes y sus paisajes desvelan un esplendor latente. No es casualidad que el Museo de Bellas Artes de Lille sea el segundo más importante de Francia después del Louvre.

Los organizadores de Lille 2004, que han puesto 150 millones de euros para los actos de la capitalidad cultural, confían en que su gasto se transforme en inversión. Los trenes de alta velocidad sitúan a Lille a una hora de París, a una hora y 40 minutos de Londres y a 38 minutos de Bruselas. La programación se puede consultar en www.lille2004.com.

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Sobre la firma

Gabriela Cañas
Llegó a EL PAIS en 1981 y ha sido jefa de Madrid y Sociedad y corresponsal en Bruselas y París. Ha presidido la Agencia EFE entre 2020 y 2023. El periodismo y la igualdad son sus prioridades.

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