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Reportaje:

Una idea en el país de las oportunidades

Un empresario de Granada hace fortuna exportando materiales de construcción de Andalucía para los millonarios japoneses

Si la vida de Federico Hernández fuese una novela sería una birria. No porque no tenga argumento, todo lo contrario, sino porque ningún lector se la creería. Su historia tiene demasiados episodios importantes, una idea brillante con buen fin y demasiado dinero aparentemente fácil. Cuesta imaginar cómo un tipo sin estudios llega a hacer fortuna exportando materiales de construcción andaluces para los muchos millonarios caprichosos que hay en Japón. Pero vayamos por partes.

Federico nace en Barcelona hace 47 años. Seis meses después su familia emigra a Bélgica. Allí vive hasta 1972. Su padre, "el típico negociante", funda todo tipo de empresas. La última, una cadena de cafeterías. En 1990, Federico llega a Granada a regentar la cafetería que su padre monta en la ciudad. "El típico negociante" sólo tiene una pega, según Federico, que pierde en el bingo todo lo que gana. En 1992, se arruina y Federico se queda sin nada: sin negocio, sin estudios (nunca termina decoración) y sin dinero.

En ese momento conoce a la que hoy es su mujer, Yayoi Kusano, que estudia español en Granada. Entre 1992 y 1997 trabaja en toda serie de negocios con empresas japonesas que tienen tratos en Andalucía. Sigue como paparazzi a actrices que veranean en Marbella para las revistas japonesas, pasea a ejecutivos por la región... Aprende japonés y se casa con Yayoi.

El 17 de noviembre de 1997 un golpe terrorista cambia su vida. Ese día, un comando terrorista convierte el templo de la ciudad egipcia de Luxor en una matanza: 67 personas, incluidos 57 turistas extranjeros y seis de los atacantes, mueren en los 45 minutos que dura la orgía de horror. Los terroristas cortan el cuello de la cuñada de Federico, que trabaja como guía.

Y todo cambia. Federico explica qué pasó: "Recibimos una indemnización de 60 millones de pesetas. La familia de Yayoi no quería el dinero porque decía que estaba manchado de sangre. Entonces decidimos hacernos una casa en Japón, pero no una casa normal, sino un muestrario en vivo de materiales de construcción de Andalucía".

La casa tiene tres plantas de 120 metros cuadrados cada una y no repite un picaporte, ni un suelo, ni una puerta, ni una ventana. "Hay suelos de barro de Víznar, cerámica árabe de La Alpujarra, sillas de madera de olivo de Castro del Río (Córdoba)...", explica en su casa de Granada, situada en el Albaicín llena de trastos y libros japoneses.

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Federico termina la casa en 2000 y comienza a enseñar el muestrario a millonarios japoneses y a vender. Desde entonces, ha amueblado cuatro restaurantes y dos casas. Una de ellas, de la actriz Agi Yoko. Según Federico, Agi Yoko es el equivalente japonés de Carmen Maura. "Quería una casa de cinco plantas estilo andaluz y se la hemos hecho". No hay otro empresario español que se dedique a la exportación de materiales.

Un suelo que en Granada cuesta 40 euros por metro, se vende en Japón por 270 euros. Las sillas multiplican su valor por 100. El negocio marcha y la Junta de Andalucía le anima a que amplíe, pero Federico se resiste, le va bien así. Y explica su éxito: "Japón es el país de las oportunidades. Con una buena idea puedes ganar mucho dinero". Asegura que no es millonario, pero admite que va camino de ello. Es el resultado de tener una idea y de atreverse a llevarla a cabo.

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