De estrella a monja
Petra Tamayo, primer Premio Ondas y pionera de la televisión, es ahora sor María del Mar
Entonces tenía el pelo negro, los ojos grandes, los labios de fresa y la cintura de avispa. Ocupaba portadas de revista y su rostro fue uno de los primeros en aparecer en televisión. Tenía, además, una voz de terciopelo, una cohorte de admiradores y éxito, demasiado éxito.
Ocurrió en 1954, hace casi 50 años. Era la presentadora oficial del Festival de Cine de San Sebastián, una rutilante estrella de la radio a la que acababan de conceder el primer Premio Ondas. Entonces se llamaba Petra Tamayo, Petrita para los amigos, pero renunció a la profesión por amor, como Leticia Ortiz... más o menos.
El pasado 23 de noviembre, este periódico publicaba en su sección de Televisión y Radio un reportaje sobre los Ondas titulado La estatuilla más antigua de España. Ilustraban la página las fotografías de dos de sus primeras galardonadas: una de ellas, de sobra conocida, era Juana Ginzo; la otra mostraba a una belleza de un parecido asombroso a la más radiante Ava Gadner.
Ninguno entre los organizadores de la última gala de los Ondas, la de su cincuentenario, imaginaría que detrás de aquella antigua imagen de Petrita Tamayo, la primera de su época en el escalafón del star system de la radio, se esconde ahora una monja, la madre María del Mar.
Petrita Tamayo sólo responde ya por su nombre actual, sor María del Mar, el mismo que solía emplear como seudónimo en algunos repartos de Radio San Sebastián. En su colegio tampoco nadie sabe que la venerable madre guarda el secreto de una monja que compartió flases con Kirk Douglas y Charlton Heston, escenario con Romy Schneider, Sofía Loren y Giulietta Massina, y micrófonos con Boby Deglané , Juana Ginzo, José Luis Pécker, Vicente Marco, Luisa Fernanda Martí y Pepe Bermejo.
Cuentan que el día que decidió meterse monja nadie osó establecer odiosas comparaciones ni con la copla de La hija de don Juan Alba, ni con el cruel tópico de la fealdad ("mujer fea, monja segura"), ni con el desengaño amoroso, la frustración o el fracaso profesional. En aquel momento estaba en la cumbre, presentando junto a Boby Deglané Cabalgata fin de semana, el programa más oído, quizá el más popular de la historia de la radio en nuesto país. Lo tenía todo y lo dejó... por amor.
Aquella tarde del final de los 50, cuando paseaba por el Balneario de Alzola, Petrita Tamayo debió de sentir algo muy fuerte, una especie de tormenta, un empujón brutal, un incontrolable arrebato, un golpe definitivo que le llevó a decir adiós a todo aquello, a la radio, a la tele, a las portadas, al glamour del Festival de Cine de San Sebastián, al asedio de los galanes y a la envidia de las damas. "Sencillamente, se enamoró de Dios, lo dejó todo y se fue", dice una de sus antiguas amigas donostiarras.
Hace unos días, mientras los Ondas homenajeaban a los premiados de los últimos cincuenta años, su primera galardonada, Petrita Tamayo, la madre María del Mar, atendía a sus niñas en el patio. Para ella, hoy el éxito personal pasa por presentar impecablemente la fiesta de fin de curso en su colegio.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.