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Reportaje:

'Narcosala', semana uno

Medio centenar de toxicómanos ha utilizado en sus primeros siete días los servicios de la sala de venopunción abierta en Bilbao

Un total de 51 toxicómanos, tres de ellos mujeres, han utilizado durante la primera semana de funcionamiento la narcosala abierta el pasado 25 de noviembre en Bilbao para ofrecer a los drogodependientes que se inyectan en la vía pública la posibilidad de hacerlo en un local con las mejores condiciones higiénico sanitarias y bajo supervisión médica. Además, otras diez personas han acudido durante estos días con el fin de informarse. La sala de venopunción del centro de Bilbao, gestionada por la ONG Médicos del Mundo, es la única existente en el País Vasco para drogodependientes con los que han fracasado todos los intentos de deshabituación y su puesta en marcha ha sido impulsada por la Dirección de Drogodependencias del Gobierno vasco.

Los usuarios llevan 'enganchados' entre 10 y 15 años y su salud es muy precaria

En la planta baja de las dependencias de esta organización, en el número 1 de la calle Bailén, se han habilitado 180 metros cuadrados que albergan desde una pequeña sala de espera, hasta la zona de inyección, en la que podrán juntarse un máximo de seis consumidores simultáneamente. En todo el local nunca podrán estar más de 20 al mismo tiempo.

El personal de asistencia está compuesto por ocho técnicos, en dos turnos de cuatro, con experiencia en psicología, pedagogía, enfermería y trabajo social y formación especializada en drogodependencias, así como un pequeño grupo de voluntarios. Por el momento, el servicio permanece abierto entre las diez de la mañana y las seis de la tarde, aunque no se desestima que en un futuro pueda ampliarse el horario. El programa iniciado tiene un presupuesto de 390.000 euros (65 millones de las antiguas pesetas).

El acceso a la narcosala permaneció vetada a las cámaras y los informadores hasta ayer, con el fin de no soliviantar los ánimos del grupo de vecinos de la zona que está en desacuerdo con que la gestión a cargo de la ONG y pide que pase a manos de Osakidetza. Pero también para no asustar a los posibles usuarios, según explicaron, entre otros, Celina Pereda, presidenta de Médicos del Mundo, y Mónica Póo, responsable del proyecto.

Ambas señalaron que, tal y como se esperaba, el perfil medio del consumidor que ha acudido es el de un hombre de 35 años, que lleva enganchado a la droga entre 10 y 15 años, y soporta una mala calidad de vida y un precario estado de salud. Un porcentaje "muy alto", que no se especificó, está infectado del sida y casi todos padecen hepatitis B, según recalcó Póo.

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Llama la atención el hecho de que la droga que se inyectan mayoritariamente es cocaína, que en ocasiones está mezclada con heroína. Los menos optan por la heroína. En ningún caso la sustancia les es suministrada en el centro; ni siquiera se examina su naturaleza o calidad. La participación del personal de la narcosala se limita a asesorar, educar y prestar atención sanitaria, pero nunca, y bajo ningún concepto, ayudan a inyectarse, recalcó Póo, durante la visita guiada por el local.

Los temores sobre cómo iban a reaccionar los toxicómanos, poco acostumbrados a la disciplina y al cumplimiento de unas normas se despejaron rápidamente. Ya el primer día acudieron cuatro personas, y la cifra han ido aumentando hasta alcanzar ayer los 51, algunos de los cuales han repetido. "Llevábamos un año preparándolo todos los colectivos implicados, pero el día que abrimos no sabíamos si iba a venir alguien. Estamos contentos, porque todo está saliendo sin problemas y ellos [los toxicómanos] lo han aceptado de buen gusto. La mayoría nos agradecen mucho el servicio. Saben que nos ocupamos de ellos y que siempre va a ser mejor inyectarse de esta manera", resaltan Mónica Póo, psicóloga, y Celina Pereda, médica. "Esperamos que esas dos narcosalas abiertas terminen por cerrarse", añadió irónicamente Pereda, apuntando a las escaleras junto a la Ría donde suelen inyectarse muchos toxicómanos en Bilbao.

El fin de este programa, que completa el del centro nocturno Hontza (un lugar de acogida para que pernocten los toxicómanos sin techo) es educar a través de la salud y facilitar la integración en la red sanitaria y social, asegura Pereda. Médicos del Mundo tiene previsto realizar una evaluación del programa dentro de un año, para lo que contará con la Universidad del País Vasco. Así mismo, un comité de seguimiento formado por asociaciones de vecinos e instituciones vigilará el desarrollo del plan. La ONG quiere que al mismo se sumen los propios toxicómanos que acuden al centro.

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