El Barça no encuentra la portería
Su falta de gol y el buen trabajo táctico del Valladolid, demasiada losa para los azulgrana
Al Barcelona se le escapó por un dedo una victoria por la que peleó con tanto coraje como desatino. Le falló el pulso, por no decir la pegada y la puntería, para solucionar un partido de tantos en una jornada que pintaba especialmente amable. Un encuentro a pelo para un buen delantero centro, y como el equipo no lo tiene ya se sabe a quien darle la culpa. Decían en la tribuna que si el ariete tuviera las mismas agallas que el central, de nombre Puyol, otro gallo cantaría en el estadio.
La ausencia de un 9 y la lesión de Ronaldinho le sirven de momento al Barça para explicar cualquier mal resultado. La orfandad que ha provocado la lesión del brasileño es tan grande que resulta imposible calibrar las posibilidades del equipo, estéril ayer ante el Valladolid, un adversario al que se supone se puede abatir ni que sea con el cogote a la salida de un saque de esquina, dicho sea sin faltar al respeto y, por supuesto, reseñando que ya suma hasta seis partidos sin perder. Le cuesta al Barça llevar la iniciativa, síntoma de que le falla más la cabeza que el corazón.
BARCELONA 0 - VALLADOLID 0
Barcelona: Víctor Valdés; Reiziger, Puyol, Cocu, Van Bronckhorst; Xavi, Motta (Luis Enrique, m.67); Quaresma, Saviola, Luis García (Overmars, m.75); y Kluivert.
Valladolid: Bizarri; Torrés Gómez, Julio César, Jonathan, Marcos; Jesús, Óscar (Caminero, m.46), Zapata, Fernando Sales; Sousa (Ricchetti, m. 77) y Makukula (Pachón, m.92).
Árbitro: Undiano Mallenco. Amonestó a Jesús, Makukula, Julio César, Víctor Valdés, Sousa, Cocu y Reiziger.
Camp Nou. 55.958 espectadores.
Avalado por la clasificación, el Valladolid se siente muy a gusto en cualquier campo. Muy bien parado, como es costumbre en los grupos manejados por Fernando Vázquez, utiliza la táctica para defenderse de manera ordenada y equilibrada y ataca con imaginación desde una versátil segunda línea, presidida por el entrejuego de Sousa y las rupturas de Sales y rematada por Makukula, un ariete de tal potencia que en cada salto asomaba la cabeza hasta encararse con los aficionados de la primera gradería, aún cuando Puyol le tuvo a buen recaudo en un duelo físico soberano.
Las pasó canutas la defensa azulgrana cada vez que tuvo que defender una jugada de estrategia, y se contaron unas cuantas, y se la jugó a menudo con el linier cuando tiró la línea del fuera de juego. El suyo no es sólo un problema de posición sino también de concepto. Empezó la Liga con marcas zonales para responder a los córneres y a las faltas laterales y a la que han cedido unos cuantos futbolistas de altura ha acabado con emparejamientos individuales.
Para soportar situaciones de riesgo como las que concede el Barça, se necesita un gol de ventaja, y al equipo le cuesta atraparlo porque desde los decimales no suma uno que, puestos a simplificar, bien podría ser Ronaldinho. No fue culpa ayer de Rijkaard, como ocurrió en Vila-real, sino del delantero centro (Kluivert), que no hay manera de que aparezca por el estadio, y meta ni que sea la puntera en cualquiera de las pelotas que rondan por el área; del extremo derecho (Quaresma), que a la que gana la línea de fondo le cuesta poner el centro; y del volante izquierdo (Luis García), tan despierto fuera del área como dormido frente a los tres palos; del segundo delantero (Saviola), demasiado liviano; y también de los medios (Xavi y Motta), que no corren la pelota para los puntas ni rematan desde la media distancia.
Tuvo el Barça una notable presencia atacante después que el entrenador regresara al punto de partida, retomara la alineación donde la dejó ante el Betis por la lesión de Ronaldinho, y alineara a Kluivert y Saviola en detrimento de un centrocampista. Ocurrió, sin embargo, que tanto el uno como el otro andan faltos de puntería. A la que Vázquez pudo reconstruir la alineación en el descanso, remitió el caudal ofensivo barcelonista: Caminero se situó como tercer central y Kluivert dejó de bailar.
Por dedicación, posesión de pelota, control de juego y gobierno del partido, así como por ocasiones de gol, mereció el Barcelona mejor suerte de la misma manera que a nadie que estuviera en el campo le habría extrañado que al final ganara el Valadolid. Al equipo azulgrana le falta un poco de todo, y el todo es a día de hoy Ronaldinho, un futbolista que tiene pase, gol y liderazgo, tres cosas que hoy no se encuentran entre los demás, ni en los que estaban en el campo ni en los que salieron desde el banquillo. El Barcelona no encontró la portería ni desde la estética ni tampoco desde la épica, defecto ya repetido y que, consecuentemente, le sitúa un peldaño por debajo de los grandes del campeonato, capaces de remitirse al marcador en los peores días.
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