Del Río de la Plata a la Patagonia
Estamos ante uno de los jesuitas más aventureros de su tiempo, además de un andarín incansable y una de las figuras de la Compañía de Jesús del tiempo convulso en que fue expulsada de España y de las posesiones de América y el Pacífico por el rey Carlos III. Trabajó durante largos años en las misiones guaraníticas y sus escritos ofrecen un cuadro vívido y fiel de la vida en la república del Paraguay durante el siglo XVIII.
José Cardiel Lagunas vino al mundo en Laguardia el 18 de marzo de 1704. Ingresó en la Compañía de Jesús cuando contaba dieciséis años y cursó estudios de filosofía y teología. Arriba a Buenos Aires en abril de 1719, con la expedición dirigida por Jerónimo Herrán. Tenía veinticinco años cuando fue destinado al Paraguay. Allí intervino en los sucesos de los comuneros, como capellán del durangués Bruno Mauricio de Zabala, encargado de reducirlos. Sucesivamente misionó entre indígenas guaraníes, mocobíes, abipones, charrúas... Era de un espíritu "impertérrito y aún intrépido" y falleció en el destierro italiano (Faenza, 1782).
"Pasé", escribe este riojanoalavés, "a tratar de la conversión de los charrúas. Están estos infieles entre el Paraná y el Uruguay (...) Mas ha de cien años que se ha tratado de su conversión en diversos tiempos, y siempre en vano. (...) Son de a caballo, sin pueblo ni sementeras, como los mocobíes; y viven como ellos de la caza y pillaje".
Cardiel tuvo ocasión de conocer casi todos los poblados de esta tribu indígena. Una toldería constaba "de diez o veinte chabolas muy chicas y de esteras", como las de los mocobíes y abipones; y bajas "como vara y media". En cada una dormían unas "diez personas entre niños y adultos y otros tantos perros, unos sobre otros en tan pequeño atalaje". Después de arduas conversaciones con sus caciques, los indígenas aceptaron agruparse en reducción, "con tal que les diésemos de comer y vestir, yerba y tabaco de ración cada día, y casa hecha. (...) Serían entre todos cosa de 600 almas", relata.
En la Declaración de la verdad que escribió anota que todos los pueblos indígenas de la zona estaban bien distribuidos, con calles trazadas a cordel. "Las casas son en algunos pueblos de piedras cuadradas, pero sin cal, que no se ha hallado en todo el territorio; otras, de piedra hasta una vara de alto, y lo demás de adobe; otras, de palos y barro, todas cubiertas de teja. Y todas tienen soportales y corredores, unas con pilares de piedras, otras de madera; de manera que en tiempo de lluvias se puede andar por todo el pueblo sin mojarse si no es al atravesar las calles. La casa de cada familia no es más que un aposento o cuarto de siete varas en cuadro sin altas; y aunque sean cinco o seis de familia, les parece esto mucha anchura y grandeza".
Por el Diario del viaje y misión al Río del Sauce, sabemos de un viaje realizado por Cardiel en 1745 a tierras bastante más lejanas e ignotas que las que bañaba el río de la Plata. Fue una expedición misional a la Patagonia argentina, de la que escribe: "Se registró toda la costa desde doscientas leguas de Buenos Aires, hasta muy cerca del Estrecho [de Magallanes]; además de encontrar muchos escollos, islotes, islas y peñascos, se vio que toda la tierra firme carecía de pastos, árboles y era muy estéril o inhabitable para la gente, como así consta en el diario que el padre Quiroga, uno de los tres que navegábamos, confeccionó a la manera náutica, como el que yo realicé a la manera misional".
Meses después de esta expedición se trasladó por tierra a otros parajes poco explorados del sur de la la actual Argentina para predicar a la parcialidad de los serranos "en una abertura de Sierras, que los indios en su lengua llaman Volcán". "Fui a estas Sierras", cuenta, "con el intento de proseguir más adelante, para obtener por tierra, con el tiempo, aquello que no pudimos conseguir por el mar".
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