El limbo de la miseria
300 subsaharianos que no pueden ser expulsados ni regularizados crean un poblado de chabolas en Níjar (Almería)
Algunas contradicciones respecto al trato a los inmigrantes irregulares que la Ley de Extranjería no resuelve pueden visitarse bajo un gigantesco invernadero abandonado en el municipio de Níjar (Almería) desde hace más de un año.
Allí han buscado acomodo entre 200 y 300 inmigrantes que han recalado en la península trasladados desde Canarias o Ceuta. Los africanos, todos sin regularizar, subsisten con las sobras que rebuscan en contenedores de basura y los alimentos que les reparte una vez por semana Cáritas. Han viajado durante miles de kilómetros -desde Malí, Senegal, Guinea-Conakry, Mauritania, Costa de Marfil y Gambia- para acabar durmiendo en chabolas de plástico, construidas siguiendo un trazado de calles paralelas donde se amontonan desperdicios y agua encharcada.
"Es una tontería tenerlos así, deberían darles una autorización para trabajar"
No pueden trabajar porque no están regularizados y carecen de permiso para lograr un empleo, pero el Gobierno tampoco les puede expulsar del país porque no tiene convenio de repatriación con sus Estados de origen. En este limbo administrativo, son la carnaza ideal para la delincuencia que germina en situaciones de marginalidad. Y bajo el plástico roto del invernadero donde se cobijan estos africanos, crecen la desesperanza y la miseria con la misma velocidad que antes lo hicieron los cultivos intensivos.
Poblado africano
La disposición de las chabolas alrededor de las hogueras donde cocinan remite a cualquier europeo a la imagen tópica del poblado africano, pero ellos combaten el estereotipo. "Esto es lo contrario de lo mejor, y en África estaba mejor que aquí", explica Malick Sow mientras revuelve los espaguetis que cocina sobre la tierra. Malick lleva 45 días en Níjar, adonde llegó procedente de Ceuta. Abandonó Malí, donde estudiaba derecho, por problemas personales que rehúsa relatar.
Pero también hay inmigrantes que llevan meses y meses malviviendo en este miserable complejo residencial. El maliense Ibrahim, de 22 años, llegó hace medio año a Níjar. Es de los pocos que ha encontrado trabajo a pesar de no estar regularizado. Gracias a ello dispone de una situación más desahogada, que le permite comprar comida y evitar los contenedores de basura. Ibrahim tardó 33 días en llegar a Marruecos y, después de pagar 800 euros, se embarcó en una patera que lo depositó en Lanzarote. Un avión le trasladó a Madrid hace dos años. En Albacete vivió al raso y, finalmente, se instaló bajo los plásticos roídos del invernadero de Níjar.
El Sindicato de Obreros del Campo (SOC) cree que los africanos son trasladados desde otras provincias hasta Almería. La organización está elaborando un listado con los residentes en el poblado chabolista para pedir ayuda al Banco de Alimentos. De momento, ya han anotado cerca de 190 personas, pero Gabriel Ataya, representante del SOC, calcula que el censo aumentarán en los próximos días.
Además de las sugerencias que reciben en los propios centros de estancia temporal o de algunos policías en las provincias donde son detenidos, según afirman algunos africanos, el móvil funciona como un refinado boca a boca que les permite avisarse de aquellos lugares donde se juntan sus compatriotas. Eso explica que los inmigrantes se concentren en determinadas localidades por nacionalidades.
Ataya no ve contradicciones en el sinsentido jurídico en el que viven estos inmigrantes, que ni serán expulsados ni serán regularizados: "El Gobierno quiere tener a la gente en esa situación para aprovecharse de ellos". El sindicalista acusa a la Administración de "buscar" un conflicto para sacar rentabilidad electoral en las urnas, y de recortar subvenciones a las ONG que trabajan con los inmigrantes y tratan de evitar que se desborde la situación. "Es una tontería tenerlos así. Deberían darles por lo menos una autorización para trabajar porque los están empujando a la delincuencia", añade.
De momento, la convivencia con la población de Níjar, donde se está reproduciendo a gran velocidad el modelo económico de agricultura intensiva de la comarca del Poniente almeriense, es razonable. Ataya explica que el propietario del suelo donde han instalado el campamento chabolista les visita de cuando en cuando y algunos vecinos les proporcionan alimentos. Los propios inmigrantes elogian la actitud amigable de los nijareños. Los únicos sobresaltos de los africanos se originan cuando reciben la visita de la policía o la Guardia Civil, como ocurrió el pasado viernes cuando la mera visión de tres agentes a caballo provocó una estampida general.
Un guardia civil les recomendó después que evitasen las carreras alocadas ante la visión de un uniformado: "Si vosotros corréis, nosotros corremos". "Tenemos miedo", le replicó un inmigrante. Cordial, el agente insistía: "Miedo no. Si tú no corres yo no voy a correr, sólo voy a venir a tomar nota".
El diálogo fue recogido por Bakari, que recibe a cualquier visitante con una grabadora en ristre. Bakari, que lleva 20 días en San Isidro, apenas balbucea cuatro palabras en español pero su afán de aprender le ha decidido a grabar cuantas conversaciones interesantes se le aparecen, para escucharlas más adelante y entender lo que algún día le han dicho.
Aunque le sobran palabras para mostrar un voluminoso catálogo de decoración, en el que señala un dormitorio cargado de dorados y cortinajes para indicar que algo semejante se querría llevar a Malí a su retorno.
Para entretener el tiempo, cuando regresan alicaídos después de fracasar en la búsqueda de algún jornal se evaden jugando a las damas, escuchando música de su tierra como la de Ali Hayi, conversando entre ellos o soñando con mundos lejos de su alcance como el retratado en el lujoso catálogo de decoración.
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