Aznar se sube al púlpito
El crecimiento económico correspondiente al tercer trimestre de este año puede sustentar en un primer momento la tendencia oficial al triunfalismo. La tasa de crecimiento del PIB español se ha situado en el 2,4%, una décima por encima del segundo trimestre y más de lo que esperaban los analistas, incluido el Banco de España. Como el empleo sigue creciendo a buen ritmo, en torno al 2% anual, puede ser irresistible y perniciosa la tentación de transmitir que vivimos en el mejor de los mundos económicos, sobre todo si se mira hacia otro lado cuando toca comprobar la elevada tasa de temporalidad de los puestos de trabajo creados. Porque, por encima del escaparate de los buenos resultados globales, destaca la urgente necesidad de modificar el patrón de crecimiento, que empieza a mostrar signos inequívocos de vulnerabilidad y de un previsible descontrol a medio plazo.
Para empezar, la aportación del sector exterior resta cinco décimas al crecimiento económico español. Más preocupante si cabe es el retroceso de la inversión. En términos globales, la formación bruta de capital fijo aumentó el 3,1% en el tercer trimestre, tres décimas menos que en el segundo trimestre del año. Pero es que la inversión en bienes de equipo se ha desplomado -del 3,1% al 1,5%-, prueba de que la única inversión que tira es la que se aplica a la construcción. Con esta estructura de la demanda es difícil pensar en un crecimiento sano, fundamentado en mejoras de competitividad.
José María Aznar, sin embargo, se ha apresurado a subir al púlpito para dar lecciones de economía a Europa. En su opinión, nuestro país ya es la octava economía mundial, y sugirió que "pronto habrá que preguntarse cuándo estará España en el G-8". El jefe del Gobierno ha engolado la voz para contraponer la situación de la economía española y la de otras europeas, que han vulnerado los principios del equilibrio presupuestario y se ven condenadas a crecimientos en torno al 0,5%. Tanta fatuidad carece de justificación; si la tasa de crecimiento española es superior a la de Alemania o Francia es básicamente porque los tipos de interés de la UEM favorecen a los países con altos índices de inflación, como España. En lugar de autocondecorarse, haría bien en atender las voces de quienes desde el propio Ministerio de Economía reclaman un cambio de patrón del crecimiento, con más aportación del sector exterior y menos monocultivo de la inversión en ladrillo, aunque sea obra civil.
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