Un aviso contra el fraude electoral en los países ex soviéticos
Con su firme protesta, la oposición de Georgia ha conseguido invalidar las irregulares elecciones legislativas que el presidente Eduard Shevardnadze quería imponerle. Esta firmeza es un fenómeno nuevo en el espacio postsoviético y, con independencia de lo que depare el futuro, supone una afirmación de los principios de la democracia frente al paternalismo de los líderes poscomunistas que, creyendo saber lo que "el pueblo necesita", gestionan ya desde hace tiempo los "recursos administrativos" para lograr el resultado deseado en los comicios.
La lección es importante de cara a Rusia, que celebra elecciones parlamentarias el 7 de diciembre en un clima de manipulación informativa para favorecer a Rusia Unida, el partido de los seguidores de Vladímir Putin. La oposición considera que las posibilidades de falsificación oscilan entre un 15% y un 3% y un ex miembro de la Comisión Electoral Central ha considerado probable la falsificación después de que los electores hayan votado. Desde Ucrania llegaban anoche las primeras reacciones a los acontecimientos deTbilisi. En Kíev, el jefe del comité de libertad de expresión y prensa del Parlamento, Nikolái Tomenko, dijo a Interfax que la victoria de la oposición rompe el esquema reiterado en los países postsoviéticos, según el cual la oposición denuncia irregularidades, los expertos internacionales le dan la razón y aquí acaba todo. Los países ex soviéticos tienen un potencial de conflicto que puede destruir la democracia y el Estado, según el coordinador de la mayoría parlamentaria de Ucrania, Stepán Gavrish.
La dinámica que se ha materializado en Georgia no cuajó en Azerbaiyán tras las elecciones de octubre, que dieron la victoria a Iljam Alíev. Los observadores internacionales opinaron tímidamente que las elecciones no cumplían los requisitos occidentales y la oposición las rechazó, pero la familia Alíev se impuso con ayuda de tropas del Interior.
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