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Reportaje:

CiU y el PSC, una semana en tablas

Convergentes y socialistas avivan sus expectativas de hacerse con la Generalitat

Francesc Valls

El pasado lunes por la mañana, la sede del Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC) era un páramo y la de Convergència i Unió (CiU) se asemejaba a un metro en hora punta. Los socialistas elaboraban el amargo duelo de la derrota, mientras que los convergentes saboreaban su victoria en minoría como si de un triunfo indiscutible se tratara (CiU, 46 diputados; PSC, 42; la mayoría está en 68 escaños). Porque, números aparte, Jordi Pujol tiene el olfato azuzadopor 23 años de poder y seis victorias electorales. Sus oponentes, en cambio, están inéditos en las lides del Gobierno autónomo, aunque hayan tenido la victoria al alcance de la mano en dos ocasiones. El socialista Pasqual Maragall ya obtuvo, en 1999, 4.000 votos más que los convergentes y cuatro diputados menos. Ahora, en 2003, la historia ha vuelto a repetirse: el PSC ha quedado cuatro escaños por debajo de los nacionalistas de Pujol, bien que con 8.000 votos más. Pero, y esto es inédito, el bloque de izquierdas que persigue sumaría 74 escaños, una mayoría más amplia que los 69 del eventual frente nacionalista.

El PSC no ha cejado hasta lograr para el pacto de izquierdas la bendición del PSOE

Ya en la noche del domingo, y en la sede desierta del PSC, en la barcelonesa calle de Nicaragua, 13 cajas precintadas de botellas de cava evidenciaban el estado de desánimo socialista. Mientras, en el cuartel general de CiU, el hotel Majestic, los congregados recibían a su nuevo líder al grito de Artur president, Catalunya independent! Luego, Pujol, inquieto, tuvo que ordenar por tres veces calleu! (¡callad!) a los forofos que interrumpían su propio discurso. Entre tanto fuego de artificio, él sí se percataba de que los resultados preludiaban un futuro incierto. Ni Convergència lo tiene tan claro, ni los socialistas tan negro, como se ha ido comprobando después.

Los convergentes madrugaron y dispusieron desde primeras horas de la mañana del lunes poselectoral todas sus baterías de persuasión y de ataque a Maragall. Josep Antoni Duran Lleida y Pere Macias aseguraban que el primer objetivo era pactar con Esquerra Republicana (ERC). Pero un sector clave del pujolismo ve el pacto con los republicanos de Josep Lluís Carod Rovira con horror vacui. CiU prefirió esquivar los frentes nacionalistas -salvo si eran retóricos y muy domesticados, como con la Esquerra de Heribert Barrera, en 1980-, porque su estrategia ha sido gobernar Cataluña y pactar con el Ejecutivo central. CiU, en 1999, lo demostró llegando a acuerdos con el PP antes que con Esquerra, a pesar de que ambos, con 12 diputados, le ofrecían idéntica posibilidad de mayoría absoluta. Por eso, a partir del mismo lunes comenzó a cobrar fuerza la incorporación del PSC -con Pasqual Maragall decapitado entre escarnios- a un gobierno con CiU y Esquerra. Pujol -Mas está de vacaciones- ha hecho muchas llamadas esta semana. El objetivo era confirmar su hipótesis inconfesa de que el pacto "debe llegar más allá de ERC", asegura un dirigente de CiU. Y es que bastantes empresarios abonan esa gran coalición. Así lo ha manifestado la patronal ante un PP que también prefiere a Esquerra a los infiernos aún a costa de un pacto CiU-PSC.

La gran coalición supondría que el PSC entrase como apéndice en un Gobierno liderado por CiU. Algunos dirigentes del PSOE acarician frenar así a corto plazo el independentismo de Esquerra (a largo plazo, podría engordar).

Ante este panorama, el primer secretario del PSC, José Montilla, tocó a rebato, empuñó la batuta y movilizó a sus huestes. El mensaje ha sido claro, según un dirigente socialista: "Nadie puede pedirnos que nos suicidemos", afirma un dirigente del PSC. Porque se trataría de hacer de "monaguillos de lo que hemos combatido, el continuismo, y abjurar del cambio al que nos hemos comprometido ante los electores, no nos lo perdonarían", añade.

El partido de Maragall, si quiere soslayar la crisis, debe empecinarse en ese gobierno de izquierdas que ha prometido, el mismo que mantiene en el Ayuntamiento y en la Diputación de Barcelona, la misma alianza que sostiene en el Senado. Maragall y Montilla no han cejado hasta conseguir para su proyecto todas las bendiciones de la dirección del PSOE y del propio José Luis Rodríguez Zapatero, como se verificó en la reunión el comité federal del pasado viernes. Así, una semana que comenzó con depresión entre los socialistas concluye con "cierre de filas y moral de combate".

Mañana empieza la cuenta atrás negociadora. Esquerra deberá decidir qué hace con sus 23 escaños, si va a prevalecer su corazón de izquierdas sobre su alma nacionalista. Los republicanos deberán sopesar si un Gobierno con CiU da esa imagen de manos limpias y cambio que persiguen, afirman sus eventuales socios de izquierda. La Iniciativa de Joan Saura ya ha dejado claro que se decanta por el acuerdo con el PSC. "En términos lampedusianos", añadía uno de sus dirigentes, "ERC debe decidir si se apunta a un pacto con CiU para que todo continúe siendo exactamente igual".

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