Bush concluye una visita a Londres con sabor agridulce
La seguridad oscureció el viaje del presidente
George W. Bush regresó ayer a Washington tras cuatro días de una visita de Estado al Reino Unido que ha acabado teniendo un sabor agridulce. En su último día de estancia en Inglaterra, el presidente de EE UU visitó Sedgfield, el feudo electoral del primer ministro británico, Tony Blair. La visita estuvo marcada primero por las extraordinarias medidas de seguridad, que dejaron al presidente sin baño de masas, y después por los atentados de Estambul.
La estancia de Bush en Londres ha dejado sentimientos contradictorios. Muchos, como la diputada de la izquierda laborista Glenda Jackson, consideran que este viaje ha sido organizado para lanzar la campaña electoral de Bush con vistas a las elecciones presidenciales del año que viene. El presidente estadounidense se ha llevado de Londres una serie de hermosos retratos junto a la reina Isabel, o pasando revista a la guardia real con sus famosos gorros de piel de oso, o vistiendo por primera vez un frac en la cena de gala en el palacio de Buckingham.
Pero la imagen que se han quedado los británicos es la de un hombre atrapado en el interior de su Cadillac doblemente blindado, en el que ha viajado siempre desde su residencia en Buckingham hasta las recepciones del día, apenas a un par de kilómetros de distancia. No ha habido baño de masas para el presidente: el Mall estaba siempre casi desierto, con más policías y banderas que ciudadanos al paso de la interminable comitiva presidencial.
Bush se ha llevado una foto con Isabel II, pero no le ha dado nada a su amigo Blair, opinan algunos comentaristas. "Bombas en Estambul es el único resultado de esta visita presidencial", opina Polly Toynbee en The Guardian. "George Bush no ha traído ningún regalo para dar las gracias a su aliado por el enorme daño que asume al apoyar a este presidente políticamente tan ajeno a él", escribe. Se refiere a la ausencia de acuerdos concretos en ninguno de los asuntos conflictivos entre ambos Gobiernos, desde las guerras comerciales a los presos de Guantánamo.
Pero no todo el mundo piensa así. Los atentados del jueves en Estambul, apenas unas horas antes de que presidente y primer ministro se dirigieran a la prensa tras entrevistarse en Downing Street, han ensombrecido la visita, pero a juicio de muchos también han reivindicado la guerra contra el terrorismo que desde hace dos años ha convertido en aliados políticos a Blair y a Bush. Apenas un día después de que Bush advirtiera de que los atentados del 11-S constituyen una pesadilla que no se puede olvidar, los ataques del jueves contra intereses británicos "nos han vuelto a llevar a la esencia de ese argumento", según un alto funcionario británico citado ayer por el Financial Times. Los 27 muertos de Estambul han reivindicado también las aparatosas medidas de seguridad adoptadas durante la visita de Bush. The Times afirmaba en su editorial que la simple noción de que Blair y Bush habían exagerado el temor a un ataque terrorista, "aunque nunca llegaron a ser convincentes, se han convertido en improbables". "La manifestación que se había organizado la víspera contra Bush, lejos de ser una expresión de la voluntad colectiva de los británicos, pareció irrelevante e ingenua".
The Guardian prefiere ir al fondo del asunto y se pregunta en su editorial: "Bush y Blair deberían tener en cuenta cuestiones mucho más profundas, más allá de los asuntos primarios sobre seguridad. ¿Quién es ese enemigo que parece invisible y ubicuo? ¿Qué es lo que provoca ese odio sin piedad? Decir simplemente que "odian la libertad" no es una explicación. ¿De verdad creen Bush y Blair que esa guerra se puede ganar definitivamente? ¿Acaso su política en Oriente Próximo no está haciendo que las cosas estén peor, no mejor?".
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