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Refugio de periodistas, mercenarios y espías

Ángeles Espinosa

El Palestina es para medio mundo el hotel de los periodistas en Bagdad. Para los periodistas españoles, el Palestina es el hotel donde murió José Couso. Me costó dos semanas volver a entrar en su lobby cuando regresé el pasado agosto, cuatro meses después del fin de la guerra. No he vuelto a subir a la planta séptima, donde viví y trabajé en aquellos días difíciles. Tampoco a la decimocuarta, donde el cámara de Tele 5 resultó alcanzado por el cañonazo estadounidense el 8 de abril.

El ataque de ayer ha añadido una nueva cicatriz al Palestina. Fue desde sus balcones desde donde las televisiones de todo el mundo grabaron cómo sucumbían bajo el peso de las bombas los palacios de Sadam Husein, al otro lado del Tigris. Tres semanas más tarde, desde su jardín, se retransmitieron las imágenes simbólicas del derribo de la estatua gigante del dictador en la vecina plaza del Paraíso. Hoy es historia.

El desastrado establecimiento ha cambiado poco en este tiempo. O mucho, según se mire. No es sólo el aire decadente de su decoración años setenta. Los nuevos tiempos no han logrado borrar aún el abandono de una década larga de embargo y desidia. Nadie se ha ocupado de actualizarlo desde que en 1989, siete años después de su inauguración, el Estado iraquí concluyera su contrato con la cadena francesa Meridien y se hiciera cargo de su gestión. Sus 18 pisos siguen necesitando una renovación en profundidad y sus empleados pidiendo propina como si aún cobraran los sueldos míseros de los tiempos de Sadam.

Y, sin embargo, el Palestina ya no es el que era. Empezando por sus accesos, dificultados ahora por alambradas de espino, muros de tres metros de hormigón y fastidiosos controles de seguridad. Pero sobre todo ha cambiado su clientela. Cierto, algunos periodistas siguen ocupando sus raídas habitaciones, pero como en el caso del vecino Ishtar (antiguo Sheraton), justo enfrente, los pacifistas que llenaban su vestíbulo en los días previos a la guerra han sido reemplazados por hombres de negocios, y los voluntarios árabes llegados a Bagdad han dejado paso a mercenarios serbios, franceses o británicos que alquilan sus pistolas para proteger a los arriesgados empresarios.

Entre unos y otros, los espías. Antes eran los agentes de los temidos servicios secretos de Sadam, ahora son estadounidenses, británicos o franceses. Un cóctel explosivo que ofrece una atracción irresistible para los rebeldes iraquíes. En ningún otro sitio de Bagdad sus acciones tendrían una proyección similar.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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