Falsa alarma en la Casa Blanca
Un fallo en un radar provoca la evacuación del edificio presidencial
"¡Fuera! ¡Aléjense de aquí!", gritaba un agente del servicio secreto, pistola en mano, a un grupo de turistas que tomaba fotos de la Casa Blanca al otro lado de la avenida Pensilvania. Los trabajadores del edificio presidencial salían apresuradamente por los laterales bajo el ruido de dos aviones militares enviados por el Pentágono.
Falsa alarma. Una luz en un radar, iluminada posiblemente por un defecto en el programa informático que controla el aparato, provocó un susto de apenas 30 minutos, los que tardó el Departamento de Seguridad Interior en determinar que no había misiles ni aviones en dirección a la Casa Blanca.
Los incidentes de este tipo, cada vez más habituales, arrancan siempre de la misma manera: en cuanto salta la alarma, el vicepresidente de EE UU, Dick Cheney, es literalmente extraído de la Casa Blanca, del edificio anexo en el que tiene su despacho o del lugar en el que se encuentre. Dado que Cheney tiene varios infartos en su historial médico, sus idas y venidas con cada sobresalto proporcionan un alimento impagable a los cómicos de este país. El vicepresidente está siempre o en un lugar secreto o camino o vuelta de él.
No había consenso ayer sobre el origen del incidente. Un portavoz de la Autoridad Federal de Aviación aseguró que "no hubo nunca un avión" en el espacio aéreo restringido sobre el cielo de Washington. Achacaban la alarma a una luz en el radar que apareció y desapareció de manera tan misteriosa como para que un teletipo de una agencia asiática titulase la información de esta manera: "Un duende provoca la evacuación de la Casa Blanca".
Hay varias teorías. El radar pudo dispararse por algún tipo de fenómeno meteorológico, o quizá por la presencia de un pájaro de envergadura tan considerable como su torpeza para determinar que por esa zona está prohibido emigrar.
El servicio secreto asegura que tan sólo se limitó a seguir los procedimientos habituales para una situación de este tipo tras recibir el aviso urgente de "una violación de la zona aérea restringida". Existe un dispositivo militar que activa inmediatamente baterías antiaéreas -insertadas cada vez más en el paisaje de la capital- y vuelos de reconocimiento en cuanto el radar detecta movimiento en la zona de restricción. Al despliegue se le conoce como el NORAD, las siglas del Mando de Defensa Aeroespacial de América del Norte, que vigila el espacio aéreo de EE UU y Canadá. Un portavoz militar confirmó el envío de dos F-16 "en respuesta a una indicación de que se había violado el espacio aéreo restringido de Washington". Los pilotos de los aviones de combate "determinaron inmediatamente que no había amenaza".
La evacuación, según el servicio secreto, terminó "cuando se determinó que la violación del espacio aéreo era en realidad una anomalía del radar". En realidad, la agencia no habla de una evacuación formal, sino de una situación de alerta, lo cual da a entender que los trabajadores salen de manera voluntaria en cuanto se dispara la alarma interior. No deja de ser un modo de evitar la crítica por el exceso de reacción ante casos como éste, pero resulta extraño que un portavoz del servicio secreto se molestase en explicar a los periodistas de la Casa Blanca que la evacuación se debía a una avioneta que se había aproximado al espacio aéreo restringido. Ni la avioneta existía ni nadie trató de ponerse en contacto con el piloto fantasma, como había indicado el portavoz.
Es el tercer incidente similar en poco tiempo, retransmitido siempre con tanta pasión y entrega por las cadenas de noticias que la resolución del incidente queda sigilosamente apagada por la noticia siguiente para que el espectador no note demasiado los excesos cometidos. El 10 de noviembre, una avioneta despistada provocó un suceso similar. Días antes, una mujer estampó su coche contra un edificio de Misisipí en el que Bush acababa de pronunciar un discurso. Y el 9 de octubre, una mujer fue detenida por acercase al Air Force One en un aeropuerto de New Hampshire. En todos los casos, Dick Cheney fue llevado precipitadamente a su escondite secreto.
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