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Crítica:ESTRENO | 'La suerte dormida'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Mayonesa cortada

Cine

Es La suerte dormida una de esas películas con trama argumental de intriga que podrían haber sido magníficas y se quedan en sólo correctas -y a ratos incluso buenas- porque algo quiebra por dentro su médula, desequilibra la línea de su, formalmente imprescindible, crescendo emocional y lo que comienza enganchando y haciendo volar hacia arriba al espectador no logra sostenerse hasta el final del metraje que, mediado el filme, decae poco a poco, cosa que en una trama argumental de este tipo es fatalmente decepcionante.

Ángeles González-Sinde, excelente guionista -su nombre está asociado nada menos que a la magnífica escritura de La buena estrella y Lágrimas negras- metida por primera vez en la dirección de un filme, da en La suerte dormida sobrados indicios de que está dotada y tiene sobrada solvencia para afrontar esta arriesgada decisión profesional. Su trabajo de enlace y unificación de las poderosas y admirables interpretaciones de Adriana Ozores y José Soriano -muy bien terciados por Félix Gómez- es toda una lección de engarce de rostros que bordan un difícil y apasionante idilio entre un padre expansivo y una hija abogada sombría y en repliegue sobre sí misma hasta el borde de la suicida autoencerrona en que vive, tras la muerte de su marido y su hija en un accidente del coche que ella conducía.

LA SUERTE DORMIDA

Dirección: Ángeles González-Sinde. Guión: Belén Gopegui y Á. González-Sinde. Intérpretes: Adriana Ozores, José Soriano, Félix Gómez, Carlos Kaniowski, Fanny de Castro. España, 2003. Género: drama. Duración: 105 minutos.

Más información
Ángeles González-Sinde debuta con una intriga de "abogados"

El caso, verídico, de un minero víctima de la codicia criminal de los dueños de la mina donde se dejó la vida, galvaniza a la abogada y la lleva a reconciliarse con la vida. Pero este, vivo y vibrante, segundo hilo argumental no encaja bien con el primero, y el desajuste -en la jerga, una mayonesa cortada- repercute sobre la zona final del filme, que resuelve más verbalmente que en imágenes aspectos esenciales de una intriga al final algo arrugada, que pide energía visual y el guión -sobre el papel, punto fuerte de una directora novata que se muestra por encima de él- no se la proporciona.

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