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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Antisemitismo hace 60 años y ahora

Una vez leí que la única manera de poner a toda la humanidad a luchar en común sería una amenaza de invasión extraterrestre. Tal especulación, imposible de demostrar, me resultó plausible y probablemente certera. Cuál fue mi desilusión cuando ayer un tal Yaacov Coohen me sacó de mi error explicando cómo la humanidad lleva dos mil años trabajando unida para la desintegración de la población judía.

Y yo que pensaba que levantar un muro de exclusión, atacar sistemáticamente el territorio palestino, impedir el desarrollo de su pueblo vecino, ocupar ilegal y constantemente territorios ajenos eran muestras de un belicismo indigno de los comportamientos de una sociedad del siglo XXI. Cuán equivocado estaba, siendo no más que una legítima defensa de un ataque, que, según nuestro, a partir de ahora y sin saberlo, archienemigo Yaacov, llevamos acometiendo dos milenios.

Según el bueno de Yaacov, las conspiraciones antisemitas unen al clero y a la nobleza, a los nazis con sus compañeros aliados, funden la izquierda con la derecha, son compartidas por comunistas, musulmanes, miembros de la Unión Europea y la ONU. Cito textualmente porque nadie podría hacerlo mejor que Yaacov, "A comienzos del siglo XXI se ha creado, en efecto, una pavorosa coalición antijudía, una extraña amalgama de elementos neonazis, cabezas rapadas y jóvenes musulmanes, intelectuales de centro-derecha y centro-izquierda, llenos de prejuicios provenientes de una arraigada educación antisemita, y a la que se adhieren también franquistas convencidos de la existencia de una conspiración judeo-masónica, y aun sacerdotes católicos que se oponen a la política de apertura propiciada por el Vaticano y por el Santo Padre".

En realidad, no tengo palabras para mostrar mi indignación, y sí para mostrar mi pena, porque, cuando se llevan dentro heridas de siglos, que se traspasan en los genes de padres a hijos, resulta imposible llegar a una solución. Nadie podrá devolver dos mil años de muertos, en ningún bando, ni en ninguna guerra.

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