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Columna
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La historia no se repite, pero se imita

La historia nunca se repite, ni siquiera en forma de farsa, como aseguraba Marx, pero eso no excluye que, con gran frecuencia, se intente que así sea. Y eso es lo que parece que va a hacer Estados Unidos en Irak: poner en escena una operación que recuerda, simultáneamente, dos fallidos proyectos anteriores. Uno, la instalación por parte de Gran Bretaña de un régimen clientelar durante el mandato sobre lo que, inicialmente, se llamó Mesopotamia, en los años 20 y 30; y otro, la propia tentativa norteamericana de insuflar vida a un depauperado régimen anticomunista en Vietnam del Sur, en los 60.

En junio de 2004 se tendrá que haber producido, según el calendario del jefe de la Administración norteamericana en Irak, Paul Bremer, una llamada transferencia de poder a las nuevas autoridades del país. El hombre de Washington añade que, para entonces, deberá haberse firmado un acuerdo con Bagdad que permita el mantenimiento de las tropas de la coalición como invitadas, en vez de ocupantes. Y de ello debería deducirse que los soldados, aunque permanecerán en el país para garantizar que el régimen resultante no se parezca al de Sadam Husein, habrán traspasado las responsabilidades de seguridad a presuntos iraquíes amigos, para no sufrir el reguero de bajas que ahora llena tantos atáudes de vuelta a casa.

Eso mismo hizo Londres antes de proclamar una decorativa independencia de Irak en 1930 y meter al país en la Sociedad de Naciones en 1932. Un tratado desigual consagraba la vulneración permanente de cualquier noción de soberanía iraquí. Pero, no por ello cesaron las continuas sublevaciones contra el ocupante y sus muñidores locales. La monarquía, instalada en 1922, vivió por ello en la mayor zozobra hasta que, debilitada Gran Bretaña por la fallida aventura de Suez en 1956, un golpe militar liquidó la monarquía y con ella a toda la familia real el 14 de julio de 1958. Sólo entonces Irak alcanzó la plena independencia, aunque, en absoluto, la democracia.

A comienzos de los años 60, Estados Unidos se encontró en Vietnam del Sur con un régimen fantoche, que había malamente sobrevivido a la derrota colonial francesa en 1954, y que, de seguro, habría caído en las elecciones previstas en dos años, pero que Washington impidió que se celebraran; o por la vía de la insurrección local con el apoyo del régimen comunista de Vietnam del Norte. Ante esa situación, el presidente Kennedy quiso tallarse su propio gobierno colaboracionista procurando el asesinato de Ngo Din Diem, nacionalista, católico y pro-occidental, en 1963. El resto fue una tragedia algo menos que griega. Tras la retirada de los norteamericanos, los comunistas tomaban Saigón en abril de 1975. Vietnam, por fin reunificado, alcanzaba la independencia, pero nadie pensaba tampoco en democracias, y hasta hoy perdura el Estado, formalmente comunista, que domina la península de Indochina.

¿Qué elecciones puede permitirse Washington en Irak? Si excluye al Baaz, que dirigió Sadam Husein, deja fuera a una parte sustancial de la población, y a un partido cuya historia es anterior y de alguna nobleza fundacional, a lo que con él hizo el tirano de Bagdad; si esas elecciones no están dirigidas hay una buena probabilidad de que gane la mayoría chií, en absoluto pro-occidental y, seguramente, menos acomodaticia a los intereses occidentales, tal como los define Washington, que los suníes de Sadam. ¿Cómo tratará un Gobierno elegido a la minoría kurda, que sólo quiere el mayor grado de independencia compatible con el mantenimiento del Estado iraquí? ¿Cuándo la democracia se ha plantado, como si fuera un clavel, en una cultura nacional que jamás haya conocido nada similar, y, además, dotada de tradiciones propias, como el Irak árabe?

No hay, en definitiva, ninguna garantía de que si el proceso electoral es limpio, ganen los favoritos de Washington, y si no es limpio, de que se herede nada mejor que el Saigón corrupto de Nguyen Van Thieu o la impopular dinastía hachemí, implantada por las bayonetas británicas en Bagdad. Por ello, ninguna de las verosímiles apuestas de Bush parece buena.

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