_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Asignaturas catalanas

El primer reto de las elecciones catalanas de hoy es la participación. Hasta ahora, el abstencionismo ha sido superior en las autonómicas que en las generales, con una diferencia de 10 puntos y más de medio millón de votantes. Este déficit no ha erosionado la legitimidad ni la influencia de los partidos catalanes y de las instituciones autonómicas en la vida política global. Pero se trata de una paradoja que conviene superar.

Hay razones, y no sólo de doctrina democrática general, para apremiar al voto. En los años ochenta, el abstencionismo pudo traer causa de la novedad que supuso el modelo autonómico. Después, el desistimiento de muchos fue estimulado por la política del nacionalismo conservador que ha gobernado a veces más como un sindicato de agravios que como una verdadera Administración; como un ente dispensador de gasto sin el contrapunto de la responsabilidad recaudadora; y como un asunto propio de los ya instalados y ajeno a los nuevos catalanes. La endémica debilidad de la oposición y su difusa frontera con los gobernantes hizo el resto.

Más información
Cataluña vota hoy sin perspectivas claras sobre la próxima mayoría
Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Pero ahora las cosas son distintas. El presupuesto catalán supera los 16.000 millones de euros (casi tres billones de las antiguas pesetas) e incide decisivamente sobre la vida cotidiana de seis millones de habitantes. En la última legislatura la oposición ha recuperado pulso y el nacionalismo ha sufrido la erosión propia de una larga permanencia agravada por errores de gestión. Ha emergido así la posibilidad de políticas alternativas -sobre vivienda, enseñanza, seguridad ciudadana o autogobierno- derivadas de una eventual alternancia en el poder. La vida autonómica tiende así a homologarse con las democracias avanzadas, normalizando el pulso entre centro-izquierda y centro-derecha por encima del artificioso eje divisorio nacional, que albergaría el riesgo de alumbrar frentismos impermeables y de fracturar en dos la comunidad.

La alternancia no es un imperativo categórico, pues depende de la voluntad del cuerpo electoral. Pero así como la democracia española superó su reválida al cambiar sucesivamente el signo de los Gobiernos, una renovación profunda de equipos, ideas y apellidos en la Generalitat implicaría su consolidación como campo de juego político válido para todos, incluidos los representantes de las generaciones originarias de la inmigración que han percibido como lejano el poder gubernamental autónomo. Hay, por tanto, poderosos motivos para ejercer el derecho a decidir. Votando.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_