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Columna
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El CiberMal

Hemos recordado en la Universidad de Valencia a Vázquez Montalbán, que dudaba de la existencia del Bien pero se manifestaba convencido de la real substantividad del Mal. Dicho en el reciente seminario sobre el Cibercrimen: cada año se producen 8.000 denuncias relacionadas con pornografía infantil, una plaga difícil de controlar que convierte a los niños en esclavos al servicio de millonarios negocios. Antes de que habitáramos la región de los bits también funcionaban las tramas pedófilas, pero ahora el anonimato que proporciona una red llena de agujeros en su seguridad permite a los clientes conocerse y reforzarse, y facilita practicar lo que antes no pasaba de fantasía, adicción privada e inconfesable.

Cada día se crean 500 nuevas web de pornografía infantil en todo el mundo, y más de dos millones de páginas alimentan un macabro tráfico que ya compite con los de armas y drogas (mil millones de euros). Las imágenes son cada vez más brutales, y utilizan niños de países pobres o a quienes deberían de estar protegidos por sus verdugos: maestros, entrenadores y hasta curas aparecen con frecuencia en las mafias desmanteladas por la policía. También dicen que los españoles son los mayores consumidores, tras los norteamericanos, con un perfil de hombre acomodado, de entre 25 y 40 años, casado y con hijos, harto de pornografía adulta y que navega de noche en casa.

María Angustias Moreno investigó sobre la violencia en la NTIC y encontró más de 18 millones de páginas dedicadas a toda clase de pornos, incluyendo snuff (hasta la muerte, nada menos que 46.500, 258 con niñas). En contraste, en su metabuscador (e-leusis.net) sólo hay 150 enlaces de apoyo contra la violencia y 50 contra la prostitución infantil. "El negocio del sexo", dice, "se basa en la compraventa del cuerpo de las mujeres y los niños. Les convierte en mercancía y hace de la violencia moneda de intercambio".

Penúltima hora: Tele 5 ha cerrado fulminantemente un programa que hizo promoción del porno en horario de protección infantil. Los espectadores han denunciado a Ana Rosa y Pascual Maragall nunca ha visto una película pornográfica. ¿Será posible?

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