Reflexiones imprecisas
Aunque sería abusivo calificar de Programa Económico las "reflexiones" del secretario general del PP, Mariano Rajoy, en un reciente foro económico, sí se puede apreciar ya el grado de continuidad -muy elevado- en política económica que aplicaría ese partido si gana las elecciones de marzo de 2004. No se le puede negar habilidad política al sucesor de Aznar, porque a elementos que se pueden considerar ideológicos ha sumado Rajoy dos reclamos de probada eficacia electoral: otra rebaja del IRPF y una ronda inmediata de negociaciones con los agentes sociales para generar una nueva reforma del mercado laboral. El resto de los argumentos utilizados por el candidato a la presidencia del Gobierno son elaboradas expresiones de deseos. Valga como ejemplo el de "alcanzar, antes de que esta década termine, la convergencia plena con la Unión Europea, tanto en niveles de empleo como de renta".
No deja de resultar sorprendente que un político que pretende ganar unas elecciones a cinco meses vista fíe los objetivos más ambiciosos (convergencia o empleo) al nebuloso horizonte de 2010. Respecto a sus intenciones a corto plazo, su fervoroso continuismo augura problemas importantes de política económica en los próximos años -antes, desde luego, de que acabe la década- que acabarán pagando los ciudadanos. Los ideólogos económicos del PP se empeñan en atribuir al equilibrio presupuestario el milagroso efecto del crecimiento económico español "por encima de la media europea", cuando lo cierto es que la economía española crece en virtud de estímulos como son unos tipos de interés (los de la zona euro) anormalmente bajos para su tasa de inflación. Cuando la tendencia de los tipos se invierta y se encarezca el precio del dinero será el momento de comprobar la solidez del crecimiento español, fundado en la construcción y el consumo.
Rajoy tiene que precisar más sus "reflexiones". Con todo, se aprecia cierta flexibilidad en su mensaje económico. Admite implícitamente el déficit español en capital tecnológico y humano. Por tanto, hay que aceptar como urgentes esas inversiones en I+D que promete para conseguir la "convergencia tecnológica". Precisamente son las mejoras en capital tecnológico y humano y en la productividad, campos en los que España ha perdido posiciones en los últimos años, donde deben ventilarse los programas económicos de los grandes partidos. El PSOE, cuyo secretario general ha anunciado el paso de la etapa de oposición a la de propuestas en positivo, haría bien en elaborar un plan económico atractivo en estos aspectos; porque es en la capacidad tecnológica y en la competitividad donde se juega su futuro la economía española.
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