Una ciudadanía alternativa
Los foros del movimiento ciudadano mundial no son ni macroconcentraciones de contestatarios sin brújula, ni megacongresos de militantes sin acomodo, adictos al turismo ideológico. Los 60.000 participantes de este segundo Foro Social Europeo, asentado en la periferia popular parisiense -La Villette, Saint-Denis, Bobigny e Ivry- así lo prueban. Aunque su forma de organización -declinada en 55 sesiones plenarias, más de 250 seminarios y cerca de 300 talleres- corresponda a los usos congresistas y aunque la naturaleza de su ejercicio nos sitúe en la práctica más convencional de este tipo de reuniones, lo que sucede en ellas es algo muy distinto porque no se ventilan cuestiones de poder. A ellos no se va a hacer carrera personal ni a conquistar posiciones dominantes, y aunque no se puede evitar la emergencia de ambiciones sectoriales, ni los desbordamientos de los egos menesterosos, ambos comportamientos no cancelan la primacía de los objetivos comunes. Lo determinante de estos foros es: la alegría del encuentro, la convicción del debate, la voluntad de la acción. Desde el horizonte compartido de la denuncia de los estragos del orden mundial actual; de la regresión de la democracia; de la destrucción del medio ambiente; del deshaucio de la política; de la perversión de la economía; de la descalificación de lo social, se ha insistido en la corrupción sistémica del capitalismo financiero que suponen los fraudes contables de Enron, World Com, Arthur Andersen, etcétera, así como los desmanes bolsísticos que están investigando Eliot Spitzen, fiscal del Estado de Nueva York, y la Securities Exchange Commission de EE UU. Las manipulaciones llamadas de market timing -operaciones realizadas antes de que las variaciones de las cotizaciones se reflejen en su valor oficial-, computadas en miles de millones de dólares, a las que parecen haberse entregado empresas como Janus Capital, Fidelity Investments, Millenium Partners y, sobre todo, el grupo Putnam, Morgan Stanley y el Bank of America, ponen de relieve, para los altermundistas, no sólo que el sistema genera desigualdad e injusticias, sino que es incapaz de funcionar según sus propios principios.
Sin duda, la evidencia de tantos y tan graves fallos y la ausencia de soluciones para remediarlos han sido decisivas para el rápido acceso del movimiento social y ciudadano a la mayoría de edad cívica. Hoy lo que representa el altermundialismo comienza a ser tomado en serio por los poderes políticos, tanto Gobiernos como partidos. En Francia, las instituciones públicas han contribuido a la financiación de este foro y los líderes de la izquierda, pero también de la derecha -Villepin, Juppé y el mismo Chirac-, han querido acercarse a él. Esta mayoría de edad ha acentuado no sólo el rigor en la crítica, sino en la validez y operatividad de las propuestas. En este sentido, el balance de las experiencias municipales de presupuesto participativo como la evaluación ciudadana del cumplimiento de los programas electorales se consideran como baremos fiables de una democracia participativa. Los grandes temas del foro han sido la búsqueda de la paz, la postulación de una Europa distinta a la que propone el proyecto de la Convención y la elaboración de un modelo de sociedad y de desarrollo sociopolítico más justo e igualitario. Antidemocrático y antisocial han sido las calificaciones más aplicadas al futuro Tratado constitucional, y en el ámbito socioeconómico, la economía alternativa ha sido la reina del foro. Las economías sociales y solidarias ancladas en una concepción radical del desarrollo sostenible; los sistemas de intercambios locales de saberes, bienes y servicios -en Francia los llaman SEL y existen ya cerca de 400 grupos, en el Reino Unido más de 400, etcétera (www.solidaire.org); el refuerzo y la generalización de la alterfinanza europea con bancos y financieras solidarias (www.finansol.org; www.febea.org; www.inaise.org)-; y en particular la urgencia de reconsiderar el cómputo de la creación de riqueza abandonando el marco cuantitativista -PIB, PNB, renta per cápita, etcétera- y revindicando los indicadores cualitativos que asumen la plusvalía social, en particular el Indicador de Desarrollo Gumano (IDH), que desde 1990 utiliza el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el Indicador Ecológico de World Wildlife Fund, que tienen en cuenta la plusvalía social y el impacto sobre el planeta. De tal manera que la radicalidad del altermundialismo se presenta, en su fase adulta, como el mejor valedor de una nueva ciudadanía, de un mundo en paz, razonablemente justo y habitable.
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