Reflexionemos

Hoy, reflexión. Repetimos las elecciones de hace cuatro años, pero los elementos en juego no son los mismos. No estamos donde estábamos el 17 de octubre de 1999, y la no presencia de Pujol, de Ribó o de Fernández no son los únicos cambios. Atrás quedan cuatro años que, en parte, han aplazado los temas que ya entonces estaban en juego, pero por el camino CiU no ha conseguido acabar con éxito su despujolización, y el PSC ha perdido peso como único referente del cambio. El mundo ha seguido cambiando a un ritmo inusitado. El 11 de septiembre se ha reforzado como fecha gafe. El neoconservadurismo bolchevique de Bush y de sus aliados nos ha conducido a la locura actual iraquiana, y al envalentonamiento del sector Muro en Israel. Europa no logra despegarse de las ataduras de los estados. Las esperanzas nos vienen de Lula en Brasil y de la tenaz persistencia de los que afirman que otra globalización es posible. Reflexionemos.

¿Qué Cataluña queremos? ¿A qué modelo de sociedad apuntamos? ¿Cómo entendemos la ciudadanía hoy? ¿Queremos que la educación sea cada vez más una fuente de desigualdad? ¿Qué opciones asumimos ante los retos de la diversidad? ¿Qué grado de exclusión social estamos dispuestos a asumir? ¿Cuál es el papel de los medios de comunicación de titularidad pública? ¿Cómo entendemos el ejercicio de la acción de gobierno y la manera de hacer política en estos nuevos escenarios? ¿A qué lado se pondrá Cataluña en la construcción europea, al lado de los que predican una Europa políticamente débil y donde la lógica del mercado siga erosiando las condiciones de vida de los más necesitados, o al lado de los que apuntan hacia una Europa orgullosa de su pluralidad y de su modelo social inclusivo? No se trata sólo de decidir quién ocupará la Casa dels Canonges. Nos jugamos mucho más. Mañana decidimos que una buena parte del dinero de los catalanes sirva para seguir insistiendo en un modelo de crecimiento insostenible, o que pueda emplearse en crear las bases de nuevas formas de desarrollo económico y de solidaridad social. Decidimos que se siga pensando que hay "demasiada política" y que las formas de hacer política no tienen por qué cambiar, o que aprendamos a construir una democracia más participativa.

Reflexionemos, pero no nos engañemos. Se está acabando esa idea tan instalada en buena parte de la clase política catalana que considera que votar este domingo es decidir quién decidirá por nosotros durante cuatro años. Votar es cada vez menos dar un cheque en blanco a los que se creen con derecho a prometer y no cumplir. No habrá cambio sin continuidad en la presión. El lunes empezaremos a cambiar de caras. Pero, no cambiará la sociedad catalana y sus problemas de manera milagrosa y desde arriba. No haremos maravillas con sólo reemplazar nombres. Rescatar la ilusión implica creer de verdad en la fuerza de transformación de la sociedad catalana y ofrecer espacios para que crezca la responsabilidad colectiva sobre los espacios y los problemas públicos. Reflexionemos y actuemos.