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Crítica:CANTO | Centenario de Hugo Wolf (II)
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Sentido y sensibilidad

La Fundación Juan March ha querido celebrar el centenario de la muerte de Wolf con intérpretes españoles: dos cantantes de diferentes generaciones como Manuel Cid y Gabriel Bermúdez en el mundo del lied del compositor austriaco, y un cuarteto de cuerda como el Leonor para obras rara vez interpretadas en nuestro país. La iniciativa es excelente, incluso con sus cotas de riesgo.

Lo primero que sorprende del barítono Gabriel Bermúdez (Madrid, 1975) es el rigor estilístico con el que se enfrenta a repertorios comprometidos. No son, además, las suyas apuestas fáciles. En los recitativos de Lully con William Christie para el espectáculo El jardín de las voces, por ejemplo, quedó bien claro la diferencia de su tratamiento con respecto a las peculiaridades que requiere otro barroco francés como Rameau. En su aproximación a Wolf anteayer en la Fundación March, es evidente la distancia que existe en la perspectiva de Bermúdez respecto a otros autores como Brahms o Schumann, pongamos por caso. Wolf suena a Wolf, con toda su complejidad intelectual y expresiva. Este dominio de los estilos infunde confianza.

Centenario de Hugo Wolf (II)

Con Gabriel Bermúdez (barítono) y Jorge Robaina (piano). Lieder de Wolf sobre textos de Heine, Mörike, Lenau y Goethe. Fundación Juan March; Madrid, 12 de noviembre.

Sorprende también la madurez, la seguridad. Bermúdez comprende bien las peculiaridades del mundo del lied, pues de hecho su forma de decir (o de cantar) es sustancialmente distinta a la que muestra en la ópera, con una interiorización en primer plano. Y asombra aún más, si cabe, su capacidad de concentración a lo largo del recital, sin altibajos, llegando al final, al menos aparentemente, fresco como una lechuga en un programa erizado de dificultades por todas las esquinas. Programa, elegido por él mismo para la ocasión, sin ninguna concesión a la facilidad. Las Canciones del arpista, sobre textos de Goethe, marcaron uno de los puntos de plenitud, y aún estaban las energías intactas para una deslumbrante canción del asno transformado del shakespeariano Sueño de una noche de verano, ofrecida como segunda propina ante un público totalmente entregado.

El secreto de Bermúdez no está en la potencia o el color de la voz, sino en su capacidad de trabajo para desentrañar con profundidad los pormenores de lo que hace. Lo suyo es una mezcla de sentido y sensibilidad, que diría Jane Austen. Y también de profesionalidad en la sencillez y el estudio. Jorge Robaina mostró sus condiciones de buen pianista a lo largo de toda la noche. La Escuela Superior de Canto de Madrid puede sentirse orgullosa de sus pupilos.

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