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Columna
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Saquean agua del río Segura

Los columnistas de la prensa escrita, como los contertulios radiofónicos o los trapisondistas de los programas rosa televisados -con las pertinentes diferencias de género y calidad- son hoy por hoy los colectivos mejor valorados mayoritariamente de los medios de comunicación. Sin embargo, todos ellos, sin excepción, ceden y se achican ante una de esas buenas informaciones que nos reconcilian con el periodismo. Y de tal enjundia es la que el colega Santiago Carcar publicó en las páginas de este rotativo el lunes pasado, denunciando los tráficos ilegales de agua que se vienen ejecutando en la cuenca del Segura y acerca de los cuales entiende la Fiscalía de Medio Ambiente de Madrid con implicados de alto copete, públicos y privados, y presuntos agios descomunales amparados por conductas prevaricadoras.

Con ese fresco de fondo, recuerdo una requisitoria reciente de Eladio Aniorte, presidente de Jóvenes Agricultores de Alicante, acerca de la incomprensible actitud de quienes se oponían u objetaban el proyectado Plan Hidrológico Nacional. Y no la comprendía porque, según coligo, él es un agricultor pegado a la tierra, a su pulso y ciclos, con esa vocación que se diluye sin herederos. Digamos que es un hombre de buena fe al que han de resultarle ominosos los saqueos del agua que ha de saciar los sembrados que trabaja. En todo caso, y aunque esté al cabo de los trapicheos que provoca la fiebre del riego y los aprovechamientos heterodoxos, este dirigente nos sirve como metáfora de lo que nos viene encima.

Y encima nos viene, por más que prediquen los apóstoles del trasvase, una operación especulativa desmadrada, que germinó tiempo atrás con la transformación y puesta a punto de miles de hectáreas de secano en las comarcas del sur no contempladas en las previsiones del trasvase del Ebro. Eso, y la promoción urbanística selectiva, con los consabidos campos de golf y el despliegue hostelero correspondiente. ¿O es que los titulares de esos secarrales, a menudo terratenientes, van a preferir quebrarse el espinazo cultivando las hortalizas que sólo se valoran al ciento por uno en el punto final de venta? La ley del mercado no brinda opciones a la conveniencia.

El negocio empezó ha tiempo, como revelan los ilustres empapelamientos arriba aludidos, por no aportar las muy convincentes denuncias de las asociaciones ecologistas que claman por el Segura y el Júcar. Y hablamos de grandes negocios, no de los conflictos domésticos y hasta entrañables si los contemplamos con la óptica actual, que dirimía el Tribunal de la Aguas de Valencia. Esta milenaria instancia, reducida a mera estampa de interés turístico o de arqueología jurídica, resolvía meras disputas, pero muy alejadas del tráfico en gran escala que se cuece a cargo del agua que nos prometen, por no mentar las plusvalías inherentes de las obras públicas e hidroeléctricas.

No nos engañemos. Si ésa es la madre del cordero, propóngase sin remilgos. Los grupos empresariales de toda ralea harán su agosto y la Agencia Tributaria sabrá a qué atenerse. La opinión pública también y nos dejaremos de retóricas redentoras y desarrollistas. El agua para quien la explota con el beneficio máximo. Todo legal. De otro modo, primará el saqueo, aunque los periodistas y ecologistas tiren de la manta.

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