_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Zenda

Versado en novelas de intriga y espionaje e ignorante de las cosas importantes de la vida, apenas me entero del compromiso matrimonial del príncipe Felipe se me ocurre la infundada idea de que en realidad es una maniobra para contrarrestar los efectos disgregadores del plan Ibarretxe. La teoría me gusta, porque me parece más romántica que la que ofrecen los medios de comunicación, como me parece más romántico El prisionero de Zenda que Sissí emperatriz. Casarse por amor es cosa de todos los días, mientras que lo otro es hacer historia y literatura de una sola tacada.

No tengo pruebas, ni las tendré. Me baso sólo en indicios: la oportunidad del acontecimiento, el increíble secreto que lo ha precedido, la fácil disponibilidad de los interesados hasta un grado de parentesco increíblemente remoto a someterse al asedio de los medios de difusión más rústicos, el contraste entre lo repentino del anuncio y lo tardío de la boda, prevista, según he oído, para el próximo verano, siendo así que ambos son talluditos, la cosa está decidida y, lo más importante, ya tienen una casa muy bien puesta. Esto revelaría el propósito de monopolizar la atención del país hasta el momento en que el Parlamento vasco se pronunciará sobre el plan Ibarretxe, el cual, ajeno al complot, ha dicho que asistirá a la boda si le invitan.

En cuanto a los protagonistas de la historia, el sacrificio es pequeño: como en El prisionero de Zenda, los dos son atractivos y estupendas personas y sin duda serán felices. Además, él cumplirá con su misión, que exige este tipo de acciones, y ella, con la suya. Porque no hay que dejarse engañar por quienes califican a la novia de plebeya. Todas las encuestas revelan que la profesión más admirada y codiciada por los jóvenes es la de presentador o presentadora de televisión. En cambio nadie aspira a ser rey ni reina. En definitiva, presentar el telediario es una forma más efectiva de incidir en la realidad que inaugurar una exposición o cenar con un dignatario extranjero.

Por supuesto, todo esto es un absurdo. Pero también lo es el plan Ibarretxe.

Y si alguien opina que lo que estoy diciendo en muy frívolo, piense que eso no es poco mérito en medio del aluvión de sandeces que ha provocado un suceso tan nimio.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_