Ciudadela asaltada, y defendida

En Cataluña hay un universo de CiU construido por Jordi Pujol desde la política y desde el Gobierno de Generalitat, pero que no es sólo político. Es también social y económico. Quienes viven dentro de él tienden a confundirlo con Cataluña, algunos interesadamente, otros en grados variables de ingenuidad. Para los nacionalistas, el núcleo de este mundo, el pinyol, es el partido, CiU. Desde 1999, cuando la coalición encabezada por Pasqual Maragall obtuvo más votos que CiU, pero no más escaños, este universo vive en estado de sitio y el pinyol nacionalista se ha dedicado afanosa y sistemáticamente a amurallarlo, a hacerlo impermeable, inmune a todo lo que procediera del exterior. En particular, claro está, a los mensajes de Maragall.
En esta campaña electoral se viven los últimos asaltos de las fuerzas exteriores a este universo, que los líderes convergentes estigmatizan como los enemigos de Cataluña, en unos casos, o como los catalanes descarriados en los demás. La principal muralla levantada por CiU es de carácter mediático. El elector convergente es un ciudadano que vive dentro de una nube informativa formada por la televisión convergente, las muchas radios convergentes, la prensa escrita convergente y de derecha. Ahí dentro no ha llegado desde 1999 un solo mensaje de Maragall sin que en el mismo día se recibieran por lo menos tres o cuatro respuestas de los convergentes. A una palabra de Maragall le ha correspondido invariablemente una o dos de Artur Mas, otra de Pujol, otra de Duran Lleida, y a veces otra de Macias. Destinadas no sólo a contradecirle, sino sobre todo a deformar y descalificar sus propuestas. ¿Quién no ha oído en estos últimos cuatro años que el candidato que obtuvo más votos en las últimas elecciones autonómicas es una persona que "desvaría", "desbarra" y tiene "ideas confusas"? Artur Mas todavía lo repitió el viernes ante el propio Maragall en el debate televisivo de los cinco primeros candidatos.
Considerado en porcentajes electorales, el universo convergente representa aproximadamente un tercio de los votos en las elecciones autonómicas, un tercio de la audiencia televisiva y radiofónica. Es mucho. La campaña de Maragall se orienta, cómo no, a conseguir el máximo apoyo del electorado socialista clásico, el que en Cataluña ha dado siempre desde 1977 la victoria a este partido en las elecciones locales y generales. Pero también pretende penetrar en el universo convergente. Dentro de este recinto amurallado hay ciudadanos susceptibles de apoyar la reactivación de Cataluña que propone Maragall.
Los indicadores de que se dispone, sobre todo las encuestas, muestran que la defensa de CiU es efectiva, aunque al precio de abrir una brecha a ERC, que también participa en el asedio, pero con otras intenciones. Los esfuerzos de Maragall le han permitido penetrar en el universo convergente, pero muy poco. Su reto es acabar de entrar.
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