Evacuación de Bagdad
La decisión del Gobierno de Aznar de retirar a una parte del personal de la Embajada de España en Bagdad, aunque sea "temporal y parcial" y para efectuar "consultas", tiene todos los visos de un paso prudente. Es cierto que, como Gobierno anfitrión de la reciente Conferencia de Donantes de Madrid, lanza una señal de desconfianza y ofrece un ejemplo mediocre, pero es el precio de la contradicción de la política española hacia Irak. La retirada parcial revela que su Embajada es sólo una legación en un país en guerra, aunque las declaraciones oficiales sigan sosteniendo que los 1.250 soldados españoles están allí en misión de paz.
Hasta Bush reconoce que hay guerra en Irak, aunque sea de un tipo no convencional. Ayer mismo se produjeron más muertes, y prácticamente se completó la retirada del personal de la ONU en Bagdad, muestra de la vulnerabilidad y la debilidad de la organización que mejor representa a la llamada comunidad internacional. En ese movimiento de evacuación hay que enmarcar la decisión española. Si no hay garantías suficientes y razonables de seguridad en la Embajada de España en Bagdad,
es mejor retirar al personal, aunque el Gobierno debería haber tomado mucho antes las necesarias medidas para garantizar la protección de sus funcionarios y empleados. Las propias tropas españolas dedican un gran esfuerzo a su autoprotección, y también podrían proteger la Embajada, que ahora se trasladará a un edificio mayor.
Aznar y Palacio rechazan que el traslado a Jordania del personal de la Oficina Técnica de Cooperación de la AECI (Agencia Española de Cooperación Internacional) y de los administrativos sea una evacuación; la califican eufemísticamente de "llamada a consultas"
e insisten en que van a "volver pronto". Todo perfectamente irreal y merecedor por parte del Gobierno de mejores explicaciones sobre la retirada, ante la insuficiencia de las ofrecidas hasta el momento. Entre otras cosas, porque la seguridad en Irak sigue empeorando y nada permite entender que el Gobierno tenga una estrategia para continuar o cambiar su presencia en Irak. Si Bush no parece tenerla, La Moncloa, que va a rebufo, aún menos.
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