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Reportaje:

Hacer de médico en una ciudad en guerra

El presidente de Médicos del Mundo en Cataluña, Fernando Fonseca, explica su experiencia como cirujano en Bagdad

Clara Blanchar

El panorama sanitario que el cirujano ortopédico y traumatólogo Fernando Fonseca (Caspe, 1946) encontró el pasado abril al llegar a Bagdad pone los pelos de punta: hospitales que se caen a pedazos atestados de heridos, alcantarillas que se desbordan en los pasillos, instrumental en pésimo estado, falta de medicamentos y un personal exhausto y con la moral muy tocada.

En estas condiciones, bajo los bombardeos y el acoso de los saqueos, Fonseca, presidente de Médicos del Mundo en Cataluña, estuvo durante varias semanas operando a jóvenes heridos en el hospital Al-Kharj. A veces tenían que operar en la calle, con la amenaza de las bombas y también de los saqueos, hasta el punto de que sus compañeros iraquíes tuvieron que defender con las armas el utillaje sanitario del centro.

Están aumentando los casos de polio, cáncer, cólera, enfermedades digestivas y paludismo
"La mortalidad infantil había caído a la mitad y ahora se ha vuelto a doblar"

Seis meses después ha realizado un segundo viaje para intervenir de nuevo a los pacientes que operó en abril. Fonseca regresó el pasado viernes a Barcelona con una mezcla de satisfacción por el trabajo hecho e indignación por la situación sanitaria de la población iraquí.

Como otras muchas organizaciones no gubernamentales, Médicos del Mundo se había preparado desde principios de año para intervenir en las fronteras de Irak ante una posible avalancha de refugiados si se producía la invasión por parte de Estados Unidos. Pero la huida no se produjo, de forma que el equipo de la organización se desplazó a Bagdad para detectar dónde podía ser de mayor utilidad. Las situaciones de emergencia estaban solventadas por otras organizaciones, según explica Fonseca. Optaron, pues, por intervenir con un equipo de cirugía reconstructiva para tratar a jóvenes con lesiones provocadas por heridas de bala o de los bombardeos.

"Nuestra tarea consistió en paliar un déficit que ellos no podían atender. Con la capacidad humana y material del hospital, los pacientes a los que intervenimos no tenían otra salida que la amputación de miembros o afrontar secuelas muy graves", explica. El relato del rosario de intervenciones es espeluznante: "Extremidades con fracturas y enormes pérdidas de sustancias ósea y nerviosa por el efecto de bombas de fragmentación, niños víctimas de disparos de ametralladoras o bombas de racimo, piernas literalmente destrozadas...".

A Fonseca le sorprendió mucho el atraso que sufre el sistema sanitario iraquí. Él lo achaca, sobre todo, a la década de embargo que sufrió el país. En lo material, este atraso supone trabajar con mesas o instrumental agujereados por culpa del óxido, sin iluminación adecuada ni medicamentos básicos o sin algo tan corriente como lejía para limpiar. "No se ha hecho ninguna renovación en material ni infraestructuras en los últimos 14 años. Está todo obsoleto", afirma.

A ello hay que añadir que los profesionales, "no han tenido ninguna posibilidad de formarse ni acceder a la información o los avances de la última década". Fonseca destaca que, aparte de la experiencia que los médicos cooperantes aportan, uno de los aspectos que más agradecen los profesionales locales es sentirse acompañados. "La guerra les produce una sensación de abandono y de soledad, al no poder compartir los casos. Es una parte no cuantificable de la cooperación, pero es fundamental", asegura.

La experiencia vivida no permite a Fonseca ser optimista. "La situación sanitaria es peor ahora que en abril. Ni las fuerzas de ocupación ni el gobierno provisional han hecho nada", advierte. Según este cirujano, el sistema sanitario iraquí funcionó aceptablemente hasta 1985. "Pero Sadam enloqueció, dejó de invertir y el sistema quebró. Luego llegaron la guerra del Golfo y el embargo".

Consecuencias: "A mediados de los años ochenta la mortalidad infantil se había reducido a la mitad, de 160 por mil a 80 por mil. Ahora las cifras se han vuelto a doblar". Pero el resultado no es sólo de muerte. "Están aumentando los casos de polio por falta de vacunas, la incidencia del cáncer infantil y las leucemias es brutal, el estado del agua ha empeorado en el 75% de las instalaciones y, como consecuencia de la falta de saneamiento, han aumentado las enfermedades digestivas por parásitos, el paludismo y el cólera".

La única salida es, según Fonseca, una intervención "radical". "Si no se hace una actuación a corto plazo sobre el sistema sanitario y las infraestructuras se conducirá a los iraquíes a vivir en unas condiciones de salud terribles", vaticina. La prioridad: "restablecer el sistema de salud primaria y a medio plazo el hospitalario". La lista de otras necesidades, todas acuciantes, es muy larga: "Dirimir quién se encarga de abastecer de medicamentos porque ahora no lo hace nadie y las ONG lo tienen prohibido; restablecer los sistemas de saneamiento y agua potable; tratar los residuos; poner en marcha programas de formación para que los profesionales de la sanidad se pongan al día o acabar con la precariedad alimentaria de los más pequeños". Fonseca hace también hincapié en la salud mental de la población civil, "muy deteriorada por culpa del terror que han vivido".

Fernando Fonseca, el pasado sábado en Barcelona.
Fernando Fonseca, el pasado sábado en Barcelona.JORDI ROVIRALTA

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Sobre la firma

Clara Blanchar
Centrada en la información sobre Barcelona, la política municipal, la ciudad y sus conflictos son su materia prima. Especializada en temas de urbanismo, movilidad, movimientos sociales y vivienda, ha trabajado en las secciones de economía, política y deportes. Es licenciada por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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