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EL INCIDENTE DEL CRUCERO 'AURORA'

La primera clausura desde 1988 afecta a 2.500 trabajadores

La decisión del Gobierno español de prohibir el paso peatonal y rodado a través del puesto fronterizo de Gibraltar provocó ayer un auténtico caos en la zona, que llevó a medio millar de personas a concentrarse a primeras horas de la mañana ante la verja, al no poder incorporarse a sus puestos de trabajo.

Unas 2.500 personas se vieron afectadas por el cierre de la frontera, una decisión que no se producía desde el 22 de junio de 1988, cuando las autoridades gibraltareñas tomaban medidas de precaución, tras ser detectado un extraño paquete sospechoso oculto en una de las aletas de un coche de matrícula alemana que permaneció estacionado durante varios días junto al puesto del centinela militar de la frontera.

Alrededor de las 7.30 eran casi medio millar de personas las que se concentraban a las puertas de la verja sin poder cruzar a uno y otro lado de ella. No sólo los trabajadores españoles en Gibraltar vieron trastocados sus planes, ya que algunos conductores que habían cruzado la frontera para llenar sus tanques de combustible quedaron atrapados a la salida del Peñón, sin poder volver a España.

El único vehículo que alrededor de las diez de la mañana pudo cruzar la frontera fue una ambulancia, que tuvo que esperar más de una hora, para que las autoridades españolas aceptasen su paso. En su interior viajaban enfermos de riñón que se trasladaban hasta el hospital del SAS en La Línea para recibir las sesiones de diálisis.

Los pasajeros del Aurora que pudieron desembarcar ofrecieron distintas opiniones sobre su situación. Una mujer y su hijo, ambos de origen británico, relataron cómo fueron recluidos en sus camarotes, a la vez que se les indicó las medidas higiénico-sanitarias que debían adoptar. "Mi hijo contrajo el virus, sufrió vómitos y diarreas durante dos días, tras los cuales comenzó su mejoría", señaló la mujer.

Otro de los pasajeros criticó la decisión de las autoridades griegas de no dejar atracar al barco. El súbdito británico declaró: "Es lamentable que no se haya dejado desembarcar a las personas que estaba sanas, porque, según los médicos no representaban ningún riesgo para la población". Un pasajero murió de un ataque al corazón.

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