Las casas reales europeas dan entrada a las plebeyas
Desde que el rey Eduardo VIII tuvo que abdicar del trono de Londres para casarse con la divorciada Wallis Simpson, hace 66 años, los requisitos para el matrimonio en la mayoría de las monarquías europeas ya no son lo que eran. No es necesario tener sangre azul ni pertenecer a la nobleza. El príncipe Felipe pedirá el jueves próximo la mano de una plebeya, la periodista Letizia Ortiz Rocasolano. La prometida de Federico, heredero del trono de Dinamarca, es una abogada australiana, Mary Donalson. La pareja, que fue presentada por el príncipe de Asturias en los Juegos Olímpicos de Sidney, ha anunciado que se casará en mayo.
El príncipe Johan Friso de Holanda, segundo hijo de la reina Beatriz, también se casará en 2004, pero para hacerlo ha tenido que renunciar a los derechos sucesorios porque el Gobierno desaprobó el pasado día 10 el compromiso con Mabel Wisse Smit. El Gabinete decidió que la pareja había mentido al Ejecutivo al no facilitarle toda la información sobre la intensidad de la relación que Wisse, de 35 años, admirada en el extranjero por su trabajo en defensa de los derechos humanos, mantuvo en su juventud con Klass Bruinsma, el narcotraficante más conocido de los Países Bajos, asesinado en 1991.
Los herederos de Noruega, Holanda y Dinamarca eligieron novias no aristócratas
La boda del hermano mayor de Johan Friso, Guillermo, el heredero, celebrada en febrero del año pasado, también tuvo que superar un escollo. El Gobierno holandés aprobó a la novia, la argentina Máxima Zorreguieta, pero no a su padre. El Gobierno de La Haya vetó su presencia en la ceremonia porque había sido ministro durante la dictadura militar de Jorge Rafael Videla.
El más transgresor de los herederos europeos ha sido, sin embargo, el noruego. El príncipe Haakon y Mette-Marit Tjessem, madre soltera además de plebeya arrepentida de un pasado "salvaje", se casaron en Oslo el 25 de agosto de 2001. La pareja, que espera su primer bebé en común para enero, vive con Marius, el hijo de Mette-Marit. La pareja y Marius han sido fotografiados en alguna ocasión con el padre del niño. La hermana menor de Haakon, Marta Luisa, también tuvo que vencer algunas reticencias para casarse en mayo de 2002 con el escritor Ari Behn, al que sectores de la sociedad noruega consideraban "poco adecuado". El día del enlace, el rey Harald decidió que Marta Luisa no llevara el apellido de su marido sino que mantuviera el título de princesa.
La única mujer heredera al trono en Europa, Victoria de Suecia, viajó la semana pasada con su novio y entrenador personal, Daniel Westling, a un pueblecito cercano a Nueva York (EE UU). Se trataba de intentar salvar la relación sentimental, porque él está harto de aparecer en el centro del interés público desde que acompaña a la princesa.
El heredero de la Corona belga, Felipe, está casado con una mujer de origen aristocrático. Felipe de Bélgica y Mathilde d'Udekem d'Acoz contrajeron matrimonio en diciembre de 1999. Ella es una logopeda que, además, tiene raíces familiares en las tres comunidades que integran Bélgica,
la flamenca, la valona y la alemana
Los herederos del principado de Mónaco, Alberto (de 45 años), y del Gran Ducado de Luxemburgo, Guillaume (de 22), son los únicos solteros. El heredero de Liechtenstein, Aloïs, está casado.
La incógnita es si Carlos de Inglaterra, el único heredero viudo, se casará con una divorciada, Camilla Parker, como hizo su tío abuelo; y cuáles serán las consecuencias para su condición de heredero, si decide oficializar su relación con ella.
Atrás han quedado los tiempos en que rompían moldes Rainiero de Mónaco, por casarse con la actriz Grace Kelly, o Carlos Gustavo de Suecia, por hacerlo con una azafata germano-brasileña, la reina Silvia.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.