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Reportaje:CRISIS EN RUSIA

Un futuro económico teñido de negro

Rusia juega la carta de su enorme producción de crudo para frenar la alarma desatada por el caso de la petrolera Yukos

Pilar Bonet

La campaña de acoso emprendida por el Gobierno ruso contra el magnate Mijaíl Jodorkovski y su compañía Yukos, la primera petrolera del país, perjudica la inversión y estimula la fuga de capitales, pero estos fenómenos negativos pesan hoy menos en la economía del país que las expectativas generadas por los buenos resultados de la explotación de las materias primas y el petróleo: el producto interior bruto (PIB) ha crecido el 6,5% en los primeros nueve meses de este año, el Banco Central tiene unas reservas récord de más de 62.000 millones de dólares, el presupuesto estatal tendrá un superávit de miles de millones de dólares por segundo año consecutivo y Rusia paga puntualmente los vencimientos de su deuda exterior, que en 2003 superan los 17.000 millones de dólares.

El horizonte depende de cómo se despejen las incertidumbres sobre el conflicto de Yukos
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El futuro dependerá de cómo se despejen las incertidumbres en torno al conflicto de Yukos, desde la suerte que aguarda a la empresa, intervenida por la fiscalía rusa tras el enjuiciamiento de sus directivos, a la posibilidad de que otras compañías o personajes que se beneficiaron en la jungla legal de los primeros años del poscomunismo -como hizo Jodorkovski- sean también procesados por su papel en las complicidades político-económicas de la presidencia de Borís Yeltsin (1991-1999). En aquel entorno de amiguismo se vendió a precio de saldo la industria petrolera y de materias primas. Sacaron partido los sectores próximos a la familia de Yeltsin y al equipo económico que, con Yegor Gaidar y Anatoli Chubáis a la cabeza, gestionó la transición desde el sistema planificado a un capitalismo viciado con enormes desigualdades sociales. La base legal del acoso a Yukos está precisamente en las transgresiones que muchos cometieron en aquella época turbulenta.

Desde entonces, y sobre todo en la legislatura 2000-2003, que concluye en diciembre, el Parlamento ha ordenado y simplificado el sistema fiscal, que, con todas sus deficiencias, es hoy menos gravoso y más claro que en época de Yeltsin. En base a esta circunstancia y dada la dificultad de procesar a todos los que medraron en la confusión, medios políticos y financieros proponen una amnistía que permita borrón y cuenta nueva. Esta medida, sin embargo, no es popular en una población que cree haber sido expropiada de su riqueza por unos irresponsables sociales.

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La clave del futuro está en gran medida en las intenciones no desveladas del presidente Vladímir Putin, y también en los cauces para realizarlas. De momento, Rusia carece de instituciones democráticas fuertes capaces de garantizar un marco legal transparente y estable. "Todas las variantes son posibles, desde las mejores a las peores", manifiesta un analista de un importante banco occidental con intereses en Rusia. Al examinar las consecuencias de la crisis para las relaciones económicas internacionales, señalaba, hay que distinguir por sectores y también por ámbitos geográficos. Para los europeos, el caso de Yukos no tiene consecuencias institucionales, como dejaron claro esta semana los representantes de la troika de la UE que visitaron Moscú. Con gran astucia, Putin invitó por sorpresa al comisario responsable de la ampliación europea, el alemán Günter Verheugen, al Kremlin, y durante una hora le transmitió un mensaje: Europa, insistió el presidente, sigue siendo clave para Rusia, y Moscú quiere estrechar sus relaciones económicas con ella. Al empresariado alemán, el más involucrado en proyectos a largo plazo en Rusia, no le asustó el comunismo soviético ni siquiera cuando lo boicoteaban los norteamericanos, y no se dejará asustar ahora ni por Chechenia ni por Jodorkovski, afirmaban medios europeos.

El petróleo da el 30% de los ingresos del presupuesto estatal ruso y, mientras se mantengan los altos precios del crudo y la crisis de Irak, Rusia, que produce una media de 8,3 millones de barriles de crudo al día (prácticamente a la par con Arabia Saudí), tiene poderosas cartas tanto ante los europeos (los clientes habituales y mayoritarios de su energía) como ante Estados Unidos (deseoso de disminuir su dependencia del golfo Pérsico) y ante China, deseosa de conectarse a la red de oleoductos rusos.

La desaparición de Yukos o el cambio de propiedad de la empresa no afecta de forma radical al mercado energético europeo, que está muy rodado y tiene una amplia gama de interlocutores, desde el monopolio del gas, Gazprom -cuyos intereses coinciden más con los gigantes del gas europeo como Ruhrgas y Gaz de France que con los de los consumidores de la Unión Europea-, hasta las compañías particulares, entre las cuales Yukos es una más.

Para Washington, la crisis de Yukos tiene matices algo distintos, porque la petrolera, que organizó los primeros suministros de crudo por barco a Estados Unidos en 2002, era la abanderada de la apertura al mercado norteamericano y también de la privatización de los oleoductos, hoy un monopolio del Estado ruso. Yukos estaba a favor de que la iniciativa privada tuviera un papel especial en la construcción del oleoducto desde Siberia al puerto ártico de Múrmansk, un proyecto clave para exportar el crudo a Estados Unidos por el Ártico. La posición de Yukos sintoniza con la de los norteamericanos, deseosos de asegurar una participación privada en la construcción del oleoducto, pero entra en conflicto con la empresa estatal Transneft, que quiere mantener el monopolio del transporte de crudo con criterios geopolíticos. En lo que se refiere a China, Jodorkovski impulsó la construcción del oleoducto Angarsk-Dazin, en China, en detrimento de otra ruta por Siberia, y su posición aquí entraba en conflicto con las regiones rusas, que reclamaban el oleoducto por su territorio, así como con los japoneses, que han ejercido enormes presiones para que el Kremlin no apoyara la variante china. Los pragmáticos chinos han hecho saber que apreciaban al magnate y que quieren un interlocutor tan preparado como él para continuar dialogando.

Mijaíl Jodorkovski, a la salida de la fiscalía de Moscú el pasado mes de julio.
Mijaíl Jodorkovski, a la salida de la fiscalía de Moscú el pasado mes de julio.ASSOCIATED PRESS

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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