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Albaida en Rodas

Albaida, la blanca, ciudad valenciana de origen árabe que en octubre celebra las fiestas en honor de su patrona Nuestra Señora del Rosario, se encuentra con Rodas, ciudad de los caballeros, a través de los Vilaragut. Allí, en lugar preferente dentro del museo arqueológico de la isla griega, hoy alojado en lo que era el Hospital de los Caballeros, en la larga sala con varios tramos de bóveda, en el refectorio situado donde la galería de pasos perdidos, aparecen en lugar preferente, colocadas bajo los arcos, las armas de los Vilaragut. Campo de oro con cuatro fajas de gules.

La Orden de los Caballeros Hospitalarios de San Juan fue fundada en el siglo XI por los mercaderes de Amalfi con la finalidad de proporcionar hospedaje y defensa a los peregrinos de Tierra Santa, pero pronto devino en Orden de carácter militar. Por ello cuando Palestina cayó en manos del Islam, los caballeros se refugiaron primero en Chipre y más tarde en Rodas, hasta la conquista de la isla por Saladino, en 1522, pasando entonces a Malta desde el uno de enero del siguiente año.

Los Vilaragut, según Pere María Orts, descendían de la alta nobleza catalana, siendo nombrado Berenguer, primer señor de Albaida por concesión de Jaime II, sucediéndole sus herederos Antoni, primer señor de Olocau, y Jaume, señor de Albaida y Olocau. Éste, en 1444, capturó una gran nave genovesa que desde Alejandría proveía a los turcos que atacaban Rodas, se sumó a la defensa de la isla y puede que fuera él quien informó a Joanot Martorell, de quien era amigo, de las circunstancias de la heroica resistencia evocada en el Tirant lo Blanc con peculiar detalle.

Siglos más tarde se dice que fue Peter Fleming, hermano de Ian, quien refirió a éste el rescate del que había sido objeto por parte del agente Bond, apodo de un miembro del Servicio Secreto de Inteligencia británico, en la trascendental batalla que tuvo lugar en Creta, también en el Egeo, durante diez días decisivos de 1941 en la 2ª Guerra Mundial, sugiriéndole que utilizara su nombre como reconocimiento por su valor, para inspirar la conocida novela de aventuras sobre el polifacético agente 007.

Tras el asedio de Rodas, Jaume de Vilaragut cayó prisionero de los turcos en 1446, y conducido a Alejandría, consiguió escapar a los pocos días de su cautiverio. Volvió a Rodas, donde el Gran Maestre le asignó las tareas a desempeñar entre los caballeros de Provenza y Amposta, y junto a los de Castilla y Portugal. Finalmente en 1456, recién elegido Papa Calixto III, Alonso de Borja, fue nombrado por el Pontífice capitán de galeras de la Iglesia.

La presencia pues de los Vilaragut, del señorío de Albaida, que también lo fue de Olocau, y más tarde de Gátova y Manises, en el mediterráneo más oriental, aproxima las orillas de un mar que siempre resulta hermoso contemplar pero que cobra significado especial cuando los conflictos se suceden siempre del mismo lado, tras una colonización secular. Los grupos de caballeros tenían asignada en Rodas la defensa de una porción de la muralla que llevaba su nombre, y se reunían bajo la presidencia de los bailíos respectivos, que en principio fueron siete: Francia, Provenza, Auvernia, Italia, Inglaterra, Alemania y España. La responsabilidad de cada cual resulta difícil de estimar, pero en ningún caso se puede ignorar, figurando Auvernia normalmente al frente del Capítulo general.

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Más recientemente con la expulsión de los palestinos por la decisión de ubicar en su territorio el nacimiento del Estado de Israel, en 1948, precisamente poco después de finalizar la 2ª Guerra Mundial, y paradójicamente en el año de la Declaración universal de los derechos humanos, se reinició un conflicto que lleva por tanto 55 años enfrentando dos concepciones históricas y diez años más tarde de los Acuerdos de Oslo, en 1993, agravado. Efectivamente algunos entienden, cuanto peor, mejor. Israel no acepta la devolución de las tierras de los colonos en Cisjordania y el muro físico que hoy se construye pretende separar a los palestinos de su territorio. La decisiones políticas que hoy se llevan a cabo comportan pues consecuencias que trascienden las responsabilidades públicas, incluso la vida, de quienes las adoptan.

Otro tanto podríamos decir de quienes también en el pasado silenciaron sus actuaciones. Las armas de una familia noble valenciana dan testimonio de la historia que transcurrió hace siglos en un mismo mar y que sin embargo nos situó desde entonces en orillas enfrentadas. En una vecindad que como vemos nos resulta próxima, pero que al mismo tiempo nos distancia, por el momento, de una manera insalvable.

Alejandro Mañes es licenciado en Ciencias Económicas y Derecho.

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