Ángel Gabilondo defiende la riqueza de la vida frente a la muerte
"Es bueno que el intelectual beba su correspondiente ración de cicuta para así desaparecer y crear las condiciones para que otros hablen, para que se discuta", dice Ángel Gabilondo. "Es lo que pasó con Sócrates, que murió el sabio para que naciera la filosofía".
Lo comenta al hilo de la publicación de su libro Mortal de necesidad, que acaba de aparecer en la nueva editorial Abada.
Se trata de un ensayo sobre la condición mortal de la criatura humana, pero no hay lamentos de ninguna especie. Es una invitación, más bien, a aprender a vivir, una lúcida reivindicación de otra salud. "En un mundo enfermo", cuenta Ángel Gabilondo que decía Montaigne, "el único terapeuta es el eros". Y continúa: "Quien no tiene la experiencia del amor, no puede tener la experiencia de la muerte. Sólo se comprende la muerte cuando muere alguien a quien quieres, cuando existe la pérdida del 'amigo sin sustituto".
Ángel Gabilondo (San Sebastián, 1949) es catedrático de Metafísica en la Universidad Autónoma de Madrid, de la que es actualmente también rector. En libros anteriores se ha ocupado de autores como Dilthey y Foucault, y sus últimos ensayos han sido Trazos del eros. Del leer, hablar y escribir (Tecnos, 1997), Menos que palabras (Alianza, 1999) y Diferencia, identidad y alteridad (Trotta / UAM, 2001). Mortal de necesidad se presentó hace unos días en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. En el acto participaron los filósofos Emilio Lledó y Félix Duque, y Juan Barja, el editor.
Sea en el sentido que sea, no es una buena época para tratar de la muerte, en una sociedad que la evita e ignora y la oculta y la silencia. "De lo que se trata es de aceptar que somos mortales, de aprender a vivir con la muerte como horizonte".
Contra el miedo
Una sociedad que intenta ocultar la muerte y en la que el elemento esencial es el miedo, de eso trata también Ángel Gabilondo en su ensayo. "Cuando aparece Descartes, se produce un gran impulso de la ciencia y la técnica y lo que se pretende sobre todo es la seguridad, el cálculo. Ese afán por la seguridad es una de las características que definen la modernidad y, a la postre, termina por ser una coartada para la sumisión, engendra diferentes formas de dependencia. De ese modo, hablar de nuestra condición mortal es una forma de reivindicar la libertad contra ese afán enfermizo por la seguridad".
El libro también trata de la filosofía -"una entrega apasionada al pensamiento y a la verdad, una forma de vida"-, está escrito con un estilo muy personal -"Lledó habló de una escritura rugosa, llena de aristas, que forma parte del regreso al ensayo como género filosófico"-, reclama la complicidad del lector y reivindica el cuidado de uno mismo como la mejor forma de aprender a vivir, una vez asumida nuestra condición mortal.
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