"¡Qué bien se duerme!"
El astronauta desayuna con prisa para poder conectar en directo con la televisión
Sólo sabes que te acabas de despertar. Nada, pero nada, te aprieta ni te empuja, ni hace falta ningún esfuerzo para levantar el brazo y frotarte los ojos. De hecho, extrañamente la mano parece querer acercarse al ojo. Sientes haber dormido muy profundamente y el mundo se concreta sin prisa.
Por supuesto, te estás despertando en una estación espacial, después de una noche dentro de tu saco de dormir, con los brazos, como siempre, flotando delante de la cara y las piernas en esa postura medio recogida en la que el tira y afloja entre los diferentes músculos queda en tablas.
Hay que ver lo bien que se duerme aquí, entre lo mucho que te hacen trabajar y lo blando del colchón. Miras la hora y son las cinco menos cuarto. Pronto, piensas, sonará el despertador y podrías dormir otros minutos, no te vendrían mal. La niebla se disipa y te viene a la memoria el plan del día. A ver, experimentos de biología, de medicina, de física... y conexiones de televisión. No sin cierto agobio, recuerdas que la primera conexión es a las 6.00. Y esto no espera. Si empiezas un experimento un cuarto de hora más tarde, puede que vayas retrasado todo el día, pero las órbitas son implacables relojes y la estación pasará por encima de las antenas que recogen la señal de televisión a las 6.00, ni un segundo más ni menos. ¿Tendrás tiempo de desayunar después de la conexión?
Se acabó dormir un poco más, salir rápido del saco y buscar el plan exacto del día, aunque tu esperanza es poca: seguramente hay que estar listo para el trabajo muy rápido. ¡Demasiado rápido! El saco de dormir y la pared donde está el plan del día se alejan rápidamente.
Sin los reflejos despiertos, no atinas a encontrar un asidero y acabas en los portátiles, que por suerte están unidos a la pared y por enésima vez te amortiguan. No importa, los portátiles tienen el plan diario. Después de la conexión de televisión empieza ya la actividad de experimentos y hay que darse prisa.
Agarras ropa limpia, los zapatos de danza de suela blanda y el papel donde dice con quién es la conexión. Volando hacia el baño. Es un punto del pasillo con un espejo grande. Encuentras tus toallas y empapas una con el jabón de la bolsita. Más o menos quedas limpio, no es día para mucho detalle. Peinar, vestir, al desayuno.
Por suerte, tu comandante ya está encendiendo el sistema de televisión de la estación y apuntando la cámara. ¿Qué dice el mensaje? Con bandera de España de fondo tal televisión, tal comentarista, tales preguntas.
Estira la bandera, que en ingravidez tozudamente quiere formar un ovillo. Ya no es la primera vez, está dominada y el fondo queda listo en dos minutos. Las 5.30. Sacas unas bolsas de té, una lata de tortilla francesa, una bolsita de pan blanco.Con el abrelatas desvelas la tortilla, que así vista podría ser tanto paté como queso. La cuchara no ha volado durante la noche. No hay que rescatarla de un filtro, te felicitas, ya no cometes errores de principiante.
Las 5.48 y hay que encender las luces. Tu comandante te grita "¡balans bieloie!" y enseguida agarras un papel, lo pones frente a la cámara y ayudas a definir el blanco para la cámara, que eso es lo que te pedía en ruso. El enfoque te obliga a ponerte en tu sitio y abandonar el desayuno por el momento. A las 5.58, los últimos trozos de tortilla: como la dejes a medias, manchará algo. Vale, podéis empezar la entrevista. Al acabar, te ríes con ganas de lo poquito que ha faltado. Aún queda un día de trabajo por delante. Menos mal que acaba en tu saco de dormir, colchón de puro plumón.
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