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Moderados palestinos y la izquierda israelí proponen un nuevo plan de paz

La publicación del texto íntegro de los llamados Acuerdos de Ginebra exasperaba recientemente al primer ministro israelí, Ariel Sharon, quien, desde que llegó al poder, ha sido capaz de controlar el debate público en Israel. La filtración del documento ha llevado a Sharon y a sus asesores más próximos a emprender una campaña mediática para restar crédito a estos acuerdos virtuales. Su lectura demuestra cómo es posible que un grupo de importantes dirigentes políticos de la izquierda israelí y palestinos moderados alcancen una serie de denominadores comunes que satisfagan las demandas mínimas de ambas partes, y cuya aplicación debería permitir la resolución del conflicto.

Con un preámbulo, 16 capítulos y un capítulo adicional para cláusulas finales y anexos, los Acuerdos de Ginebra -así llamados por el apoyo financiero y logístico prestado por el Ministerio de Asuntos Exteriores de Suiza- pretenden servir a modo de borrador para lograr el Estatuto Definitivo ya contemplado por el proceso de Oslo. Para ello, los miembros de la Coalición Israelo-Palestina por la Paz, que encabezan el ex ministro israelí de Justicia, Yosi Beilin, y quien durante varios años fuera ministro de Información de la Autoridad Palestina, Yasir Abed Rabbo, han tomado como referencia las fallidas rondas negociadoras de Camp David (julio de 2000) y Taba (enero de 2001), así como los parámetros que diseñó el entonces presidente de EE UU, Bill Clinton.

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Estado desmilitarizado

Según el documento, Israel reconocería formalmente a Palestina como un Estado independiente, aunque desmilitarizado y con una relativa contigüidad territorial (el corredor que conectaría Cisjordania con la Franja de Gaza permanecería bajo soberanía israelí, a pesar de ser administrado por los palestinos). Igualmente, procedería a evacuar un número importante de asentamientos y aceptaría un modelo de cogestión de la capital de ambos Estados, Jerusalén, que sería dividida de forma interina, pero con la vocación de reunificarla en el momento en que las partes lo consideraran posible. Israel estaría también dispuesto a compartir la ciudad vieja.

Palestina, por su parte, aceptaría las fronteras previas a la guerra de 1967, junto a una serie de modificaciones de su trazado que permitirían la inclusión de los principales bloques de asentamientos dentro de Israel. A cambio, según el planteamiento de los acuerdos, recibiría una serie de terrenos en compensación. Tras comprometerse a combatir firmemente el terrorismo y todas las formas de violencia, Palestina contaría con la presencia de un contingente militar internacional que, además de guardar la frontera, ayudara en las tareas de seguridad interior. Sin duda, su mayor sacrificio sería el de renunciar al derecho del retorno de los más de tres millones de refugiados, que serían realojados únicamente en territorio palestino, mientras que los que permaneciesen en su actual país de residencia recibirían una compensación económica.

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