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DIARIO DE PEDRO DUQUE EN EL ESPACIO

"Mis ojos empiezan a distinguir la Tierra del cielo"

El astronauta español narra sus impresiones de la misión en la primera entrega de su diario

Estoy escribiendo estas notas en el Soyuz con un boli barato. ¿Por qué tiene eso importancia? Resulta que llevo 17 años trabajando en programas espaciales, 11 como astronauta, y siempre he creído, porque así me lo han explicado, que los bolígrafos normales no escriben en el espacio. "La tinta no cae", decían, "escribe un momento boca abajo con un boli y verás cómo tengo razón".

En mi primer vuelo, como todos los astronautas del transbordador, yo llevé un boli muy caro de esos que tienen el cartucho de tinta a presión. Sin embargo, el otro día estaba con mi instructor de Soyuz y vi que estaba preparando los libros para el vuelo, y estaba poniéndonos un boli con un cordel para escribir una vez en órbita. Ante mi asombro, me dijo que los rusos siempre han usado bolis en el espacio. Yo también metí uno nuestro, de propaganda de la Agencia Europea del Espacio (no vaya a ser que los bolis rusos sean especiales), y aquí estoy, no deja de funcionar y ni escupe ni nada. A veces prever demasiado las cosas impide hacer intentos y, por lo tanto, las cosas se construyen más complicadas.

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Pero no era eso el tema de este mensaje. Desde una altura de 215 kilómetros (ahora mismo, 11.07 hora de Moscú) las nubes se ven preciosas, de una tridimensionalidad que no vi desde 550 kilómetros la vez anterior.

Donde hace calor (ahora mismo volamos sobre Filipinas), las nubes son como campos llenos de hongos. Unos segundos más tarde hay una zona de nubes altas, planas, que asemeja más un velo de novia. Otros segundos de viaje, y se ve una tormenta, una nube alta que penetra el velo y se eleva hasta parecer que quiere tocarnos. El reflejo del sol en los retazos de mar que se ven es ahora de color naranja intenso, mientras que la atmósfera rodea el horizonte curvo como un humo azul denso, extrañamente bien definido. Su reborde es algo difuminado pero casi más pareciera un líquido con una capa de su propio vapor encima.

Ya se va a poner el sol (son ahora las 12.10) en dos minutos.

Bajo nosotros la Tierra ya es negra y duerme la gente. El sol centrado en el arco azul de la atmósfera está rodeado de negrura. Quedan 30 segundos. La atmósfera se colorea en su parte inferior de naranja, y el sol se achata. Queda un fulgor naranja, luego una bola de luz achatada, luego sólo el arco naranja y azul de la atmósfera, y entonces, y sólo entonces, se hacen visibles las capas altas de la atmósfera. Un arco dos veces más grueso pero mucho más tenue aparece sobre el anterior, efímero, y ambos desaparecen de repente en la más completa negrura. Los ojos se acostumbran y empiezan a distinguir la Tierra del cielo; y, si hay suerte, se verán las luces de las ciudades o la aurora boreal. Si no, es un buen momento para mirar estrellas. Desde luego, en este trabajo hay buenas vistas.

Pedro Duque, en la Estación Espacial Internacional, toma datos de las reacciones de su organismo.
Pedro Duque, en la Estación Espacial Internacional, toma datos de las reacciones de su organismo.ESA

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