La UE respalda con 2,5 millones de euros un 'Barrio Sésamo' para niños israelíes, palestinos y jordanos
La eterna crisis de Oriente Próximo mostró ayer un rostro de esperanza en Bruselas, con la presentación en la sede de la Comisión Europea de Historias de Sésamo, una producción de la factoría de Barrio Sésamo dirigida a los niños de Israel, Jordania y Palestina. El objetivo de los 26 capítulos grabados es mostrar caminos de tolerancia, confianza, orgullo en las propias tradiciones y respeto a las de los vecinos
a críos de entre cuatro y siete años.
La idea que ahora cristaliza empezó a gestarse hace cuatro años como un vínculo entre pueblos que viven su historia como una maldición. La necesidad de ese puente ha superado el sangriento trauma cotidiano de la Intifada y la creciente espiral de odio y desesperación que han hecho caer tantos proyectos; israelíes, jordanos y palestinos han insistido contra viento y marea en el objetivo de crear una programación que humanizara a los niños, a pesar de las barreras étnicas, religiosas y culturales que los separan cada día, para crear con esos mimbres un futuro no construido sobre el odio.
Es el credo que subraya Gary Knell, máximo responsable de Sesame Workshop, el taller que hizo realidad la idea, para la que la Unión Europea ha aportado 2,5 millones de euros de los 7,14 millones que cuesta el proyecto: "Historias de Sésamo lucha para contrarrestar las imágenes negativas que los niños ven todos los días en televisión y ofrece esperanza en un mundo mejor".
Siguiendo la tradición pedagógica de Barrio Sésamo, tres nuevas familias de teleñecos, una para cada uno de los tres diferentes auditorios, tratan de mostrar de un modo cálido, sin asomo de tensión, que más allá de las fronteras y de los sufrimientos cotidianos hay valores compartidos como la familia, los amigos, la fe y la satisfacción de pertenecer al grupo propio.
En la serie israelí, ya estrenada "con éxito" el mes pasado, la historia se desarrolla en torno al taller de Tzachi, experto en reparaciones de electrodomésticos y sempiterno optimista. Para el responsable jordano, Khaled Haddad, la iniciativa "enseña a los niños el alfabeto de la vida".
Ayer, en Bruselas, Daoud Kuttab, representante de la productora palestina, recordó cuando el Ejército israelí ocupó "hace 18 meses el edificio de Ramala donde se grababa la serie". "Tras 19 difíciles días", denunció, "una parte importante del equipo técnico había desaparecido o sufrido daños". A pesar de todo, no desistieron de su propósito: "Intentar devolver una sonrisa a los niños palestinos".
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