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ELECCIONES EN MADRID
Columna
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Transporte público gratuito

Qué piensan ellos de nosotros. La verdad es que ésa, por encima de cualquier otra, es la pregunta que suelo hacerme sobre los políticos; no si el candidato de turno podrá, querrá o sabrá cumplir sus promesas electorales, sino qué piensa de nosotros, de qué creen que somos capaces, qué suponen que necesitamos y qué se nos puede vender.

Por lo general, la conclusión que saco es que la mayor parte de los políticos son demócratas con incrustaciones de déspota ilustrado, que consideran a la gente más un medio que un fin y que están convencidos de que los ciudadanos, en la mayor parte de los casos, somos bastante idiotas, puesto que se nos puede engatusar, asustar y manipular; pueden hacérsenos una y otra vez las mismas promesas y convencernos de cualquier cosa, verdadera o falsa, por el simple proceso repetirla mil veces; se nos puede amaestrar y confundirnos mediante ese arte de birlibirloque al que son tan aficionados algunos y que consiste en no decir nada, pero hacerlo muy ampulosamente. En algunas ocasiones, la suma de todo eso equivale a la palabra desprecio.

A más de uno le habrá quizá llamado la atención uno de los comentarios que se han hecho desde el Partido Popular a la propuesta del candidato socialista a la Comunidad de Madrid, Rafael Simancas, de hacer gratuito el transporte público para los menores de veintiún años y los mayores de sesenta y cinco. Supongo que un plan de esa magnitud puede y debe discutirse, argumentarse y ser sometido a variaciones y enmiendas.

Y doy por hecho que el contraataque desde el PP no podía ser más que el mismo de siempre: esa aburridísima retahíla de descalificaciones que reiteran, hasta el aburrimiento, los ovejos Dolly de Aznar, ese sonsonete de irresponsables, desleales, antipatriotas y demás, que todos ellos repiten con cara de listos, una y otra vez, como si fueran niños obedientes cantando la tabla de multiplicar.

Pero creo que esta vez Simancas les ha asustado de veras, con una propuesta atractiva para los ciudadanos -y quizá benéfica para el enloquecedor tráfico de Madrid-, y ha conseguido que fueran demasiado lejos. Hasta el punto de insultarnos a todos. Lo que han venido a decir desde el PP, entre otras majaderías de gran tonelaje, es que proporcionar transporte público gratis a miles de personas no hará "otra cosa que fomentar los destrozos", porque "la gente no valora lo que no paga".

Genial. ¿La gente? ¿Quién es la gente? ¿Qué es? ¿Es una cosa formada por mamíferos de la misma especie que los presidentes, ministros, subsecretarios y demás? ¿Es una banda de dementes en busca de algo que romper? ¿Una pandilla de bestias sin educación ni sentido del respeto que sólo aprende a eurazo limpio? Ya estoy viendo a mi madre y a mi hijo subirse a un autobús de la EMT y, como el billete no les ha costado nada, empezar a clavar cuchillos en los respaldos de los asientos, hacer pintadas en los cristales con un arosol y arrancar la tapicería de los reposabrazos a mordiscos. Luego, al bajar, le darán una patada a la puerta mecánica, cascarán los faros con un martillo y le harán un corte de mangas al conductor. Como es gratis... O sea que ¿eso es lo que piensan de nosotros en el PP?

La verdad es que, a veces, da la impresión de que el poder no es que desgaste, sino que se come a los que lo tienen. Se los come igual que las arañas a los insectos que caen en sus redes, dejándoles la cáscara por fuera pero vacíos por dentro. La rabieta que han tenido los conservadores al conocer la propuesta de Simancas, los ha hecho reaccionar como niños encolerizados: "No vale, eso es trampa, es irresponsable, es caro, es demagógico"... Y, sobre todo, mi favorita: "¿Por qué no lo dijo antes?" Claro, a quién se lo ocurre ofrecer, en plena campaña electoral, una presunta solución al insufrible tráfico de Madrid. A quién se le ocurre tener una idea, por Dios santo. Que explique por qué no lo dijo antes, declara Esperanza Aguirre, otra vez con un poquito de cara de perdedora y olvidando que ella misma y los suyos acaban de ofrecer a los votantes el caramelo de eliminar el impuesto de sucesiones, algo que costará el doble de lo que cuesta el billete gratis de Simancas y que, además, afecta a muchísimas menos personas: uno no hereda todos los días una fortuna como la de doña Esperanza, pero sí se sube todos los días al metro o el autobús. No sé si el billete gratuito disolverá los atascos infinitos de Madrid, pero creo que merece la pena probarlo.

O quizás es que ellos, los mandamases del PP, en lugar de regalar el transporte público están pensando en cobrar por el privado. Ya verás, en cuanto pongamos un peaje, la gente cuidará la ciudad como el salón de su casa. Si cuesta dinero, empezará a importarles. Qué te juegas.

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