Precios y abusos
La rebaja de una décima en la tasa interanual del IPC, que se coloca en el 2,9%, y el mantenimiento de la inflación subyacente en el 2,8%, son datos menos adversos que los que ha ido dando a lo largo del año la evolución de los precios. Es cierto que no se estrecha significativamente el diferencial de inflación frente al promedio del área euro, y en particular frente a nuestros principales socios comerciales, pero incorpora rasgos que pueden permitir mantener el índice general a final del año en cotas menos inquietantes que las mostradas hasta ahora.
No han sido sólo la energía ni las manufacturas las que han contribuido a esa contención general de los precios; el 2,1% de crecimiento interanual de estas partidas muestra bien a las claras los efectos de la competencia, difíciles de conseguir en sectores como los servicios. Éstos, sin embargo, han cedido durante el mes de septiembre, y esto ya es por sí mismo una señal favorable; aunque sea fruto del final de la temporada turística, su gradual descenso es saludable.
La cesión de los precios habría sido más significativa si los de verduras y hortalizas, especialmente, no hubieran vuelto a repuntar hasta ritmos interanuales próximos al 8%, denunciando las serias ineficiencias y abusos existentes en el sistema de distribución de esos bienes. Hay una brecha formidable entre los precios en origen, pagados a los productores de alimentos frescos, y los percibidos por los establecimientos finales. Esas diferencias se ensanchan adicionalmente en las grandes superficies en relación con los establecimientos pequeños. Evidencian claramente un inaceptable ejercicio de poder de mercado que ya hace un año justificó que el Gobierno creara un observatorio específico, sin resultados concretos. Hoy es necesario adoptar decisiones urgentes para evitar esa presunción de complacencia que se atribuye a las autoridades encargadas de vigilar el funcionamiento de los mercados de bienes y servicios básicos. Para poner fin, en definitiva, a abusos tan descarados.
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