Azerbaiyán celebra hoy elecciones para legitimar la dinastía familiar de los Alíev
La oposición, torpedeada por todos los medios oficiales, teme un fraude masivo
El Estado petrolero de Azerbaiyán decide hoy en las urnas si prefiere la continuidad del régimen del octogenario ex dirigente soviético Gueidar Alíev y la legitimación de una dinastía familiar en la persona de su hijo Iljam o si apuesta por el cambio y vota por la oposición. Cuatro millones y medio de personas (de una población de algo más de ocho millones) tienen derecho a voto en unos comicios que han sido precedidos de una abrumadora campaña a favor de Iljam, de 41 años, que sustituye a su padre, hospitalizado desde el mes de julio en Estados Unidos.
El principal candidato de la oposición es Isa Gambar, de 46 años, un historiador que fue jefe del Parlamento en 1992, durante el breve periodo de gobierno del Frente Popular, que concluyó en 1993 con la vuelta al poder de Alíev tras una revuelta militar. Gambar dirige el partido Musavat, inspirado en el modelo de la democracia laica turca, y ha logrado unir en el bloque Nuestro Azerbaiyán a la mayoría de la oposición, en el ostracismo durante una década. Fuera del bloque quedó Etibar Mamédov, un importante candidato procedente también del Frente Popular.
Las denuncias registradas durante la campaña hacen temer un masivo fraude. El jefe de la delegación de la OSCE en Bakú, Peter Eicher, ha denunciado el abuso de la presencia de Alíev en la televisión, episodios de violencia policial, múltiples intimidaciones y amenazas a votantes. La Embajada de EE UU en Bakú ha hecho saber que colaborará con el vencedor, sea quien sea.
Los rostros de los dos Alíev están hoy en todas partes. El hijo, inaugurando fábricas, estadios y carreteras. El padre, en pajarita y con patillas plateadas, en fotos que se repiten desde las fronteras con Irán y Armenia a las de Rusia, sin que sus conciudadanos sepan si está aún vivo el veterano político que dirigió la república soviética de Azerbaiyán (1969-1982) tras hacer carrera en el KGB desde 1944. Caído en desgracia como dirigente del máximo órgano colectivo del poder en la URSS en 1987, Alíev volvió a la política en su tierra natal, el enclave de Najicheván.
Monopolios familiares
Pese a ser torpedeada por el régimen, que le ha negado incluso los anuncios televisivos de pago, la oposición consiguió movilizar a más de 50.000 personas en un impresionante mitin a favor de Isa Gambar el pasado domingo en Bakú, que concentró a intelectuales, académicos y a una burguesía que se siente mermada en sus oportunidades por la corrupción. "Soy ejecutivo de una pequeña empresa y quiero poder trabajar libremente, sin tener que habérmelas con los monopolios conectados con la familia Alíev, que operan en los principales sectores de la economía", manifestaba Hafiz Qayib, de 35 años. "Votaré por Gambar porque no quiero que Azerbaiyán se convierta en una monarquía y que después del hijo venga el nieto", decía Sabira, una estudiante de 20 años.
El deseo de cambio se respira en Bakú. Se notaba en la complicidad del quiosquero que despachaba la revista crítica Monitor, desafiando la prohibición de hacerlo. Se notaba en un restaurante cuando, después de la retransmisión de un partido de fútbol, los clientes se pusieron a gritar "Isa, Isa". Pero el ambiente en una ciudad de más de tres millones de personas no es el de las provincias de un país empobrecido, donde el petróleo es parte del paisaje pero no del presupuesto familiar. Diplomáticos occidentales dijeron a esta corresponsal que un gobernador provincial recomendó a los jefes de las comisiones electorales que no rellenaran los protocolos en los colegios, sino en la sede de Gobernación. El número de observadores occidentales en las elecciones ronda los mil.
Azerbaiyán se ha beneficiado de cuantiosas inversiones en el sector petrolero, pero las riquezas generadas por el crudo se diluyen en un sistema de amiguismo corrupto, en el que a las cifras oficiales (de 5.000 a 6.000 millones de euros de inversiones) habría que sumar las transferencias a cuentas particulares en el extranjero.
Lo que está en juego hoy en Bakú, según el analista Togrul Dzhvarlí, es la opción entre oriente y occidente, tanto en política como en petróleo. En política se trata de ver si las tradiciones laicas que datan de la primera república azerbaiyana (1918-1920), antes de la revuelta bolchevique en esta zona, se imponen a la aparición de la primera dinastía familiar postsoviética. En petróleo, si los esquemas opacos de gestión del crudo, que benefician a un clan familiar y no se insertan en una estrategia nacional de futuro, son más fuertes que una gestión transparente con una legislación avanzada.
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