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GUIÑOS
Columna
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El País Vasco de Lartigue

El inicio el otoño me ha llevado hasta Biarritz y allí he encontrado la visión fotográfica de Jacques Henri Lartigue (Courbevoie 1894-Niza 1986) sobre el País Vasco. Imágenes tomadas entre 1904 y 1940, desde la barra de Anglet hasta la ría de Ondarroa. Imágenes que no solo cuentan las peculiaridades de unos paisajes y las gentes que los habitan, también aclaran la personalidad y el tipo de vida que practicaba el autor. Todo en un libro preparado por Oliver Ribeton, conservador del Musée Basque de Bayonne y prologado por Christian Caujole y Guy d'Arcangues.

El reconocimiento internacional de Lartigue llega con la exposición que le ofrece el Museo de Arte Moderno de Nueva York, en 1963, y posteriormente el Museo de Artes Decorativas de París en 1975. Este gran vividor, hijo de banquero, rompe los criterios que generalmente se establecen para componer la imagen de un fotógrafo. Sus fotografías no necesitan venderse en los medios de comunicación, ni en las galerías de arte. Las realiza desde los ocho años, cuando su padre le regala su primera máquina. Luego, maravillado por las posibilidades de la fotografía, va adquiriendo todas las innovaciones que ofrece el mercado. Incorpora instrumental para instantáneas, autocromos, panorámicas o estereoscópicas. Su producción es muy generosa y su lenguaje no duda en tomar los riesgos más insólitos. Así, va tomando imágenes de los acontecimientos que rodean su propia vida y conforma así un diario gráfico que abarca una parte importante de su larga existencia.

Como no podía ser menos, el hijo de una familia de la elite financiera de Francia veranea en las playas de Biarritz y, acompañado por amigos y familiares, recorre en coche, a ambos lados del Bidasoa, múltiples rincones del País Vasco. De esta manera nace una memoria gráfica de valor incontestable. Descubrimos cómo disfruta la burguesía de su largas vacaciones. Son sus propios amigos quienes posan ante el objetivo. En Vitoria van a los toros, en San Sebastián a las carreras de coches. En Hendaya o Biarritz disfrutan del sol de la playa. Cuando el tiempo no acompaña para el baño de sol, recorren el interior. Los paisajes revelan la belleza de la geografía; los maravillosos jardines de los balnearios de Cambó impactan la retina de los visitantes. Se descubre el juego de pelota en los frontones, algunos campesinos están arando la tierra, otros cargan arena de playa en sus carros tirados por bueyes. Pero también, aunque sea por un momento, la cámara de Lartigue deja de lado las lindezas de su realidad y su visión egocéntrica se detiene para captar a los invasores alemanes en las playas de Hendaya.

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