Asesinadas en Rubí dos mujeres que vivían en una casa contigua a una joyería
Los vecinos creen que madre e hija, de 89 y 69 años, murieron a manos de atracadores
Rosa Maria Borràs, de 69 años, y su madre, Roser Llugany, de 89, ambas viudas, murieron el domingo al mediodía en Rubí, tras ser golpeadas violentamente en la cabeza con un objeto contundente. Fue la hija soltera de Rosa Maria, Neus, que vivía con las dos víctimas, la que encontró los cadáveres. No se descarta ninguna hipótesis, aunque según fuentes cercanas a la familia no hay indicio alguno de robo en la vivienda de las vístimas. Al parecer, los homicidas, presuntos atracadores según esta versión, pretendían entrar a través de la casa de las víctimas a la joyería que hay en el mismo edificio.
Era un domingo cualquiera y nada hacía presagiar que alguien pondría fin de una forma tan brutal a sus vidas. El domingo, Neus trabajó hasta las cuatro menos cuarto de la tarde en la pastelería Sant Jordi, de Rubí. Cuando regresó andando a su casa, el número 20 de la calle peatonal Sant Cugat, se encontró con un cuadro desgarrador: los cuerpos de su madre y de su abuela estaban en una habitación y en el comedor de la casa bañadas en un charco de sangre y con la cara desfigurada. No hacía ni dos horas que su sobrina, Meritxell, de tres años, había comido, como hacía muchos días, con su abuela y bisabuela. Según los vecinos, a la pequeña Meritxell la habían venido a recoger sus padres hacia las dos del mediodía. Fue en este período de tiempo, entre las dos y las cuatro, cuando alguien llamó a la puerta y las dos mujeres, confiadas, decidieron abrir.
A partir de aquí empiezan las preguntas ¿Conocían las dos ancianas a su presunto agresor?. Y, sobre todo, ¿por qué las mataron?. Los vecinos no se lo explican. Nadie oyó ni vio nada. Y eso que la calle es peatonal y se encuentra en pleno corazón de la ciudad. Además, el crimen se cometió a plena luz del día.
Puerta tapiada
Nada ha trascendido de las investigaciones que lleva a cabo el Grupo de Homicidios de la Jefatura de Policía de Cataluña, ya que el juzgado número 6 de Rubí, que se ha hecho cargo del caso, ha declarado secreto de sumario. La tesis que manejan algunos vecinos es que lo que pretendían los agresores era entrar en la joyería que hay en el mismo edificio de la casa de las dos ancianas. Según estos vecinos, "los agresores quizás pensaban que aún existía la puerta que unía la casa con el local que tenían alquilado a la joyería, ya que antes había sido la bodega de la casa". Pero "hace años que la tapiaron", añaden.
Además, la joyería Fabregat y León está intacta. Y según fuentes cercanas a la familia de las fallecidas no había ningún agujero en la pared. Tampoco en la casa de las víctimas había signo alguno de robo ni los familiares echaron nada en falta. La familia busca explicaciones pero no las encuentra; no entiende ni la brutalidad ni la saña de los agresores, sobre todo con la mujer más anciana.
Las dos mujeres eran muy apreciadas en el barrio donde vivían y por eso la noticia de su muerte ha causado conmoción. Eran vecinas "muy arraigadas a la ciudad", aseguran quienes las conocían. Hija y nieta de agricultores de Rubí, habían vivido toda su vida en la casa familiar. También habían trabajado en una empresa de la ciudad, la conocida Relámpago, que se dedicaba a la elaboración de cremalleras. El yerno de Rosa María, Josep Prat, es también muy conocido en la población, ya que es el director de una publicación local, Rubricat.
Cecilia es una vecina que vive a escasos metros del domicilio de las dos víctimas. Ayer, al igual que otros vecinos, estaba asustada. "Las conocía de toda la vida; eran muy buena gente y no lo digo porque ya no estén sino porque lo eran, lo eran de verdad". Cecilia estuvo hablando con las dos mujeres asesinadas el mismo domingo por la mañana. "Me comentaron que tenían muchas cosas que hacer y que iban a preparar la comida porque Meritxell iba a comer con ellas. Estaban muy tranquilas".
Angelina es otra vecina de las fallecidas, que fue a la escuela con Rosa Maria y salían juntas e iban al teatro o al cine a menudo. No se explica el homicidio. "Tenían una vida muy tranquila. No lo entiendo".
Ayer, Angelina prefería estar en la calle, con sus vecinas, porque "me da pánico estar sola en mi casa". Dolors, la propietaria de la casa de al lado, el número 18, que ahora tan sólo sirve como almacén, no cesaba de repetir ayer que lo que había pasado era "una brutalidad".
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