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Verbo Sur | NOTICIAS

Fantasmas para pensar el pasado

AL REVÉS de la guía telefónica, de la que se ha dicho que es una novela con muchos personajes y muy poca acción, la historia argentina parece una historia con demasiada acción y muy pocos personajes; tan pocos, tan omnipresentes, que parecería que su propia extensión nos impide pensarlos. Por eso, porque quizá esto no cambie mientras ese escaso repertorio no sea pensado de un modo nuevo, es importante para mí el más reciente libro de Beatriz Sarlo (La pasión y la excepción, Siglo XXI, Buenos Aires, 2003), un libro que convoca algunos de nuestros más recurrentes, obsesivos, fantasmas: Eva Perón, la violencia guerrillera de los años setenta, y, vía Borges, la barbarie de las llanuras argentinas en el siglo XIX, un paisaje físico y humano que tal vez esconda la clave de nuestro presente.

La primera parte del libro está dedicada a la excepcionalidad de Eva Perón, y Sarlo, tras un fascinante seguimiento de los tropiezos de Eva en su deseo de abrirse paso en la floreciente industria del cine y de la radio encuentra que lo mismo que la hizo fracasar como actriz la haría luego triunfar como "abanderada de los humildes": aquel cuerpo sin nada especial, aquella cara de mera criollita linda, ni lo bastante ingenua, ni lo bastante fatal como para hacerla entrar en el mundo del espectáculo, iban a ser herramientas formidables en la construcción del mito, soportes adecuados para la imagen de la plebeya devenida primero reina, luego mártir.

La parte central de La pasión y la excepción es la lectura de un solo acontecimiento, el asesinato, el 31 de mayo de 1969, del general Pedro Eugenio Aramburu, que 14 años antes había liderado el sangriento golpe de Estado que derrocó a Juan Perón y ocultó el cadáver de Eva. También aquí la pregunta es por la excepcionalidad de este acto, las razones por las cuales, a diferencia de otros asesinatos políticos de la época, éste pareció expresar para tantos entonces una natural "justicia", una forma perfecta de venganza. Al restringirse a los comunicados, informaciones periodísticas y testimonios de la época, Sarlo soslaya el anacronismo de una condena moral hecha desde otros supuestos, ya trabajados por otras ideas, ya informados de la sangre que después iba a correr, al igual que soslaya la melancolía de quienes añoran aquel tiempo como un tiempo de pasión y de esperanza revolucionaria: como si no se hubieran enterado, estos otros, de la sangre que después iba a correr.

Esta negativa a "trabajar con el recuerdo" es la clave metodológica del libro; ni de la condena anacrónica ni de la melancolía un tanto cretina por cuando "éramos tan jóvenes", puede esperarse gran cosa; ambas son la encerrona donde no es posible pensar nada nuevo. Al centrarse en la percepción "tal como fue", entonces sí empiezan a surgir nuevos personajes: el componente católico integrista de los Montoneros, la continuidad de su acto con el ciclo de venganzas que había inaugurado el robo del cadáver de Eva, un hecho claramente monstruoso, clandestino aun en términos de la revuelta militar que lo produjo y sus propios "fundamentos". Lo extraordinario de la reconstrucción que hace Sarlo es que, al comprender las pasiones puestas en juego, son estas las que empiezan a hablar: y surge entonces el horror, no ante el asesinato de Aramburu que entonces pareció justo, sino ante las circunstancias que hicieron que así lo pareciera. Esto sí es echar nuevas cartas sobre la mesa, empezar a pensar el pasado y así se abre la posibilidad de cambiar el presente.

Valéry dice que sólo leemos bien lo que leemos por un motivo personal: no sé si queda clara mi gratitud personal ante un libro que permite salirse de unas formas consabidas de pensar el pasado que no son una mera forma de la pereza, sino una telaraña densa que no nos deja vivir. Al mismo tiempo (y no "por otra parte") está la admiración que como escritor siento ante el texto de otra escritora: el texto de Sarlo funciona no sólo por su sólida trama intelectual, sino también porque ella, como una suerte de Sebald político, retorna a los sitios, se detiene ante el detalle, ante lo inútil y excesivo. Estos detalles iluminan el conjunto, como lo ilumina el acierto de coronar el libro con el análisis de la excepcional desnudez de la violencia en el cuento El otro duelo, de 1970, donde Borges narra una carrera de degollados, una broma tan macabra como nuestra propia historia.

Daniel Samoilovich (Buenos Aires , 1949) es poeta y director de la revista argentina Diario de Poesía. Próximamente, Tusquets publicará su séptimo libro, Las Encantadas.

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