Contra mordazas y tinieblas
En el año 415, un grupo de monjes asesinó a la filósofa Hipatia de Alejandría. El obispo Cirilo, molesto porque la mujer difundía las enseñanzas de los griegos, contrarias a los dogmas de la doctrina verdadera, ordenó su ejecución. Fue apaleada hasta morir y arrastrada a la iglesia principal de Alejandría, donde descuartizaron su cuerpo con tejas afiladas. El obispo elogió ante sus fieles semejante atrocidad en nombre de la fe cristiana y fue aclamado por la multitud como hombre santo. En palabras del editor y ensayista Agustín Izquierdo, este suceso "inauguró de manera simbólica el fin de la libertad de pensamiento en el mundo antiguo". A partir de entonces, las víctimas del fanatismo teológico serían innumerables: desde los endemoniados anónimos sometidos a tortura hasta los insignes blasfemos como Giordano Bruno o Cesare Vanini, quemados vivos en público.
Los "ateos clandestinos" constituyeron un grupo minoritario de autores que florecieron en Francia hacia la primera mitad del siglo XVIII y que, continuando con la gran tradición del pensamiento libre europeo, osaron servirse de su juicio individual en una época en que la libertad de expresión era todavía una peligrosa quimera. Al margen de la legalidad y de la publicidad, sus escritos de combate, copiados o editados a escondidas a fin de eludir la censura política y religiosa, contribuyeron, sin embargo, a crear el clima favorable para el triunfo de las ideas ilustradas, principios imprescindibles para el progreso de Europa.
Solitarios u ocultos en pequeños círculos eruditos, personajes escasamente conocidos en España como el cura Meslier, Boulainvilliers, Benoît de Maillet y Fréret compusieron ensayos filosóficos sobre la naturaleza del alma o el daño que ejercen sobre al entendimiento las fantasmagorías inculcadas en nombre de la religión. Además del inveterado ateísmo, todos profesaron la irreverencia y el materialismo, que propalaban sin rebozo a través de ideas propias o interpretando el pensamiento de los grandes filósofos medianamente tolerados, como Descartes o Malebranche, y hasta el del proscrito judío Espinosa.
La filosofía contra la religión reúne textos cuya característica común es su heterodoxia y su claro rechazo a toda revelación religiosa con ínfulas de verdad absoluta. Esta selección presenta fragmentos de obras tanto de los mencionados "ateos clandestinos" como de los "ateos públicos", Diderot o el barón D'Holbach; de los posteriores "ateos hegelianos", Feuerbach o Max Stirner, y de los "ateos solitarios", Schopenhauer y Nietzsche.
Dos volúmenes complementarios muy recomendables para quienes gusten de los escritos rebeldes, elocuentes intentos de secundar a la razón en su incesante lucha contra las mordazas y las tinieblas.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.