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Kadírov logra la victoria en Chechenia en unas elecciones irregulares

El candidato de Putin logra el 81% de los votos

Pilar Bonet

Las truculentas elecciones presidenciales de Chechenia concluyeron ayer sin sorpresas y Ajmad Kadírov, el hombre del Kremlin, salió vencedor con un total del 81% de los votos, con una participación del 86,8%, según los datos oficiales. Abdul-Kerim Arsajánov, presidente de la comisión electoral chechena, declaró en Grozni que las escasas irrregularidades que, según él, se habían registrado en las urnas eran todas ellas cuestiones técnicas.

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A las elecciones no acudieron observadores de la Organización de Seguridad y Cooperación en Europa ni del Consejo de Europa, por considerar que no hay condiciones para los comicios. Chechenia es una región militarizada y en ruinas, donde la violencia, los secuestros y las desapariciones están a la orden del día. A lo largo y ancho de la república independentista se alzan los puestos de control militar, y la delegación de periodistas llevados a Chechenia durante este fin de semana, entre los que se encontraba esta corresponsal, se desplazó con una nutrida escolta y en una columna de vehículos militares con un carro blindado a la cabeza. Nuestros acompañantes inspeccionaban la seguridad de la ruta en previsión de posibles minas, y sólo después nos trasladamos ayer desde la base militar de Severnáia, en el norte de Grozni, donde pasamos la noche, hasta la compañía eléctrica local, uno de los pocos edificios reconstruidos de una ciudad que parece Stalingrado al fin de la II Guerra Mundial.

Allí, la comisión electoral ofreció una rueda de prensa para proclamar, como todos esperaban, que el ex muftí Ajmad Kadírov podía considerarse vencedor. Los otros seis candidatos obtuvieron porcentajes insignificantes, según los datos difundidos.

Arsajánov consideró que la presencia en los colegios electorales de octavillas a favor de Kadírov no tenía importancia, pues no colgaban de la pared; o que la avalancha de carteles del favorito desplegados en toda Chechenia en ausencia prácticamente de carteles de sus rivales era sólo muestra de que Kadírov había trabajado mejor. El funcionario se encogió de hombros cuando unos observadores del Grupo de Helsinki de Moscú, que habían recorrido varios colegios electorales de provincias por su cuenta, aseguraron haber visto cómo uno de ellos se abría a las 10 de la mañana en vez de a las 8 y que en el recuento de voto sólo se permitía la participación de gente de Kadírov.

La delegación de observadores de países de la Comunidad de Estados Independientes, presidida por Yuri Yarov y siempre dispuesta a avalar lo que desea el Kremlin, consideró que todo había transcurrido correctamente, y lo mismo hizo un funcionario que dijo representar a la Conferencia Islámica. Mientras, un diputado de la Duma Estatal, perteneciente al grupo Regiones de Rusia, se atribuyó el derecho a representar a todo el Parlamento ruso como observador, silenciando que tanto la Unión de Fuerzas de Derechas como el partido liberal Yábloko han denunciado como farsa los comicios.

Arsajánov fue aún más lejos en la comedia, y consideró que la falta de observadores occidentales era "una muestra de confianza" en el proceso de regulación política de Chechenia. Por si fuera poco, la casilla de Kadírov en los boletines electorales era un 50% más ancha que las del resto de sus rivales. Esta corresponsal, que visitó varios colegios electorales, vio que era posible llevarse boletines de las mesas sin ser votante, y que la afluencia de público era muy escasa e inferior a la que observó durante el referéndum que aprobó una Constitución para Chechenia en marzo pasado. En Moscú, el empresario Malik Saiduláiev, uno de los dos candidatos que hacían sombra a Kadírov y que fue obligado a retirarse por el Kremlin, declaró que iba a irse a otro país "donde se respete a las personas". Saiduláiev señaló que a lo sumo en Chechenia había votado un 17% de la población.

En una entrevista en The New York

Times, el presidente Vladímir Putin dijo ayer que Kadírov era el candidato más incómodo para el Kremlin por ser el único que había luchado contra los rusos con las armas en la mano. Putin opinó, sin embargo, que esta experiencia le sería positiva a la hora de influir en los independentistas para que depongan las armas.

Con Kadírov legitimado como máxima autoridad chechena, el Kremlin se enfrenta a una nueva etapa en la cual está por ver cómo evoluciona la violencia reinante, los siniestros ajustes de cuentas, raptos y desapariciones en los que están involucrados los tres bandos que hoy luchan en Chechenia: las tropas federales rusas, los guerrilleros independentistas y los fieles a Kadírov, que se encuentran dispersos por las estructuras del Ministerio del Interior pero que forman un organismo subordinado al ex muftí. De momento, el proceso político checheno parece más bien un instrumento al servicio de Putin que un paso hacia la pacificación.

Soldados rusos leen un periódico ayer en un pequeño mercado de Grozni.
Soldados rusos leen un periódico ayer en un pequeño mercado de Grozni.REUTERS

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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