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Reportaje:

Freddy, el pequeño cónsul de los pobres

Una ONG trae a España a un niño nicaragüense para que conciencie a los escolares de la importancia de la educación

Freddy Javier González, de 13 años, es de Nicaragua y ha venido a España a contar su historia a otros niños para demostrarles la importancia que tiene recibir una buena educación. Su mensaje es claro y directo: "La educación es un derecho de todos, pero muchos no tienen acceso a ella (115 millones de niños están sin escolarizar) y están perdiendo una oportunidad de desarrollo". Él mismo ha estado a punto de dejar la escuela unas cuantas veces por la extrema pobreza en la que vive su familia.

La idea que quiere transmitir Freddy es tan sencilla que los responsables de la ONG Entreculturas-Fe y Alegría -cuya acción educativa se desarrolla principalmente en Latinoamérica- decidieron que Freddy, que estudia en uno de sus colegios, viniese a España y hablase con agunos escolares. Freddy visita estos días, junto a una de sus profesoras, colegios de Logroño, Gijón, Oviedo, Valladolid, Valencia, Almería, Vigo, A Coruña y Salamanca.

La historia de Freddy se cuenta así. Su padre es jardinero y gana 400 pesos al mes (unos 34 euros) y su madre es sastra. Ella y la hermana de Freddy, Margarita, de 14 años, cosen camisetas y pantalones que luego venden en mercados ambulantes. Su otro hermano, José David, de 14 años, ayuda a su padre con la jardinería. Los cinco habitan una casa de 40 metros cuadrados. Sobreviven al borde de la pobreza.

Su caso es uno de tantos, pero él todavía sigue yendo a la escuela. No lo hacen, en cambio, 900.000 niños de Nicaragua, es decir, el 35% de los chavales en edad escolar. "Todos ellos tendrán menos oportunidades a una vida digna en el futuro", señala.

Pero Freddy es el mejor de la clase. Estudia en un colegio del municipio de Ciudad Sandino, en la periferia de Managua, en el barrio Bello Amanecer. Por ahora, se ha salvado de ser captado por algunas de las pandillas de jóvenes delincuentes que deambulan por su barrio: Los Llimis, Los Perqueros, Los Batos Locos, Los Cuachios. Los pandilleros son el problema más grave que sufre la juventud nicaragüense. "Tienen entre 14 y 18 años y sus padres no les hacen mucho caso: se sienten excluidos de la sociedad y, al meterse en una pandilla, lo que buscan es ser aceptados de alguna forma", explica Freddy.

Tan grave es la situación con los pandilleros que su colegio ha tenido que modificar el horario para que los chicos salgan de clase antes de que haya oscurecido y no sean asaltados por alguno de estos grupos de delincuentes. "Un niño sin educación es un problema para todos", asegura. Y él conoce a unos cuantos. Por ejemplo, su amigo Giovanni, de 11 años. "Ya no acude a la escuela. Su papá le ha puesto a trabajar vendiendo caramelos y palomitas de maíz a la puerta del colegio".

Las niñas, casi siempre, se ven obligadas a cuidar de sus hermanos pequeños antes incluso de llegar a ser adolescentes. "Los pades son muy incumplidos en mi país, toman mucho licor, y las madres son las que trabajan", dice.

Las calles de Bello Amanecer no están asfaltadas, y en vez de edificios se levantan especies de chabolas más o menos estables. Es difícil vislumbrar un futuro por delante. Pero Freddy tiene claro que será maestro. "Buscaré algún trabajito y me pagaré la universidad".

Por ahora, tiene claro para qué le ha sevido a él la educación que ha recibido: "Por ejemplo, para poder estar hoy aquí y contar lo que estoy contando".

Freddy, con su profesora Nora, durante su visita a España.
Freddy, con su profesora Nora, durante su visita a España.LUIS MAGÁN

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