'Tercera vía' frente a nueva derecha
EL PRESIDENTE DEL GOBIERNO, José María Aznar, acaba de declarar que comparte con George W. Bush "muchos criterios políticos, no todos" y "muchas afinidades personales, no todas". ¿Significa ello que Bush y sus neocons pueden adscribirse al centro reformista? Esta relación es significativa, dado que Aznar presidirá próximamente la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES), que producirá la ideología del Partido Popular, con voluntad de extenderse a las distintas fuerzas europeas y latinoamericanas del mismo signo.
En el otro campo, la socialdemocracia, las cosas no van bien. Las dificultades de Blair se han visto plasmadas en el congreso del Partido Laborista en el que Gordon Brown, su ministro de Economía y previsible sucesor, trató de actualizar el ideario de la tercera vía; las del canciller Schröder parecen insuperables y los socialistas franceses están desaparecidos y no parecen dar de sí para hacer un relevo generacional que parece imprescindible si se trata de volver al poder.
Además de las distintas confrontaciones electorales, se avecina otra batalla: la de las ideas. El PSOE abandera una política que se sale de la tradición del socialismo: aumento de la productividad y libertad económica
En este contexto, además de las confrontaciones electorales que están a la vista, cobra interés otra batalla seguramente menos urgente, pero más decisiva: la de las ideas. La tercera vía frente a la nueva derecha. ¿Qué papel pueden desempeñar los socialistas españoles en ella? El espléndido libro de María Antonia Iglesias La memoria recobrada, leído transversalmente, puede dar algunas claves. Dos de ellas nos interesan a la luz de esta confrontación; la primera la describe José María Maravall, el teórico más solvente con el que cuenta el partido socialista: "El PSOE tiene una tradición ideológica muy pobre desde siempre. Vive de las rentas de la socialdemocracia europea. Por eso aparecen tan fácilmente las etiquetas". Pero, por otra parte, los distintos dirigentes que intervienen en el libro coinciden en señalar que la tercera vía fue la práctica política que aplicaron los socialistas en sus 14 años de Gobierno. La aplicaron, pero fueron incapaces de teorizarla y envolverla con una etiqueta, como luego hizo Giddens con la tercera vía.
La segunda idea es el papel central que desempeñaron los distintos ministros de Economía, Boyer, Solchaga y Solbes. Por cuestiones ideológicas en unos casos y por restricciones presupuestarias en otros, los tres marcaron de modo decisivo el balance del PSOE en el poder. Si eso es así -como avala también la intervención de Brown en el congreso laborista-, es oportuno observar cuáles son los mensajes estratégicos (más allá de la coyuntura) que lanza en este orden la nueva dirección del PSOE, y en particular la persona a la que se ha encargado la elaboración del programa económico electoral, Miguel Sebastián, que además llega del exterior del partido. Sebastián, que ha dicho con rotundidad que no será el próximo ministro de Economía en caso de que el PSOE gane las elecciones ("El ministro de Economía no tiene por qué ser un economista, sino un político, por ejemplo Rodrigo Rato"), ve su intervención pública más bien como jefe de los asesores económicos del presidente de Gobierno, a la manera de Stiglitz con Clinton, o de Gregory Mankiw con Bush.
En su entrevista en la SER, el pasado lunes, Sebastián remarcó dos diferencias estratégicas con la política del PP, que recuerdan más a los laboristas de la tercera vía que a los socialdemócratas alemanes o los socialistas franceses: frente al crecimiento económico de corto plazo basado en el ladrillo (el frenesí de la construcción), el PSOE intentará un crecimiento a largo plazo centrado en la educación, en I+D y en el incremento de la productividad, verdadero talón de Aquiles de la economía española; la segunda es más sorprendente en la teoría clásica del socialismo, pero muy explicable en relación con lo que ha sucedido en los últimos siete años en España: libertad económica frente al intervencionismo arbitrario practicado por el PP a través de la política de privatizaciones, que ha llevado a un apoderamiento de la sociedad civil.
Para aplicarlo, primero han de ganar las elecciones.
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