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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Crudo más caro

El inesperado acuerdo de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) de recortar la producción en 900.000 barriles diarios a partir del 1 de noviembre admite una doble lectura. La favorable es su asociación a las expectativas de recuperación de la economía mundial, y en particular de las economías avanzadas, principales demandantes de esa materia prima. La vulnerabilidad de ese proceso, sin embargo, aumenta como consecuencia del acusado repunte en el precio del crudo. Desde la cumbre que mantuvieron los exportadores el 24 de setiembre, el precio de referencia para Europa se ha incrementado en un 12%, situando el barril por encima de los 28 dólares, en medio de especulaciones sobre un posible aumento de la banda de precios que defiende la OPEP. Para los más optimistas, la decisión del cartel podría ser una respuesta a la recuperación de la capacidad de producción de Irak, expresiva a su vez de cierta normalización en la economía de aquel país. La realidad es muy distinta. Irak apenas produce actualmente la mitad de los 2 millones de barriles diarios previos al inicio de la guerra y está lejos de garantizar en el corto plazo una recuperación total.

La reafirmación que ha hecho el cartel sobre el abanico en el que se mueven los precios del barril (entre 22 y 28 dólares) pretende evitar el riesgo de caídas a niveles por debajo de los 20 dólares, en el que cotizó durante los años noventa. Pero ese empeño no está garantizado. Primero, porque una parte cada vez mayor de la capacidad de producción de crudo es de países que no pertenecen a la OPEP; segundo, porque la diversificación energética es también creciente, especialmente en las economías avanzadas. Finalmente, porque también aumenta la eficiencia (la reducción del consumo de energía por unidad de producto) a medida que las estructuras económicas se han modernizado. Como consecuencia de todo ello, el consumo de petróleo ha aumentado apenas a la mitad de la tasa de crecimiento de la economía mundial. Tensiones excesivas en precios, por tanto, podrían perjudicar a medio plazo no sólo a los importadores.

Ante amenazas tales, una vez más cabe preguntarse hasta qué punto la política energética española ha estimulado la diversificación de fuentes y el crecimiento en la eficiencia con el fin de tener una capacidad de respuesta similar al resto de las economías avanzadas. La respuesta es negativa, como habrá ocasión de observar en la repercusión de esos incrementos del precio del crudo en nuestra tasa de inflación.

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