Schröder y Aznar liman asperezas pero mantienen sus divergencias sobre la UE
El canciller reta al presidente a que logre "otro consenso" si quiere mantener el poder de España
Gerhard Schröder entiende que el éxito de la Constitución europea exige que se incluya el nuevo sistema de decisión en el Consejo elaborado por la Convención, que José María Aznar considera perjudicial para España. En consecuencia, reta al presidente del Gobierno a presentar "otro consenso" si quiere que se mantenga la distribución del voto acordada en 2000 en Niza. Aznar replica al canciller alemán que el Tratado de Niza es el único consenso en vigor, por lo que no tiene que justificar que se mantenga. Ambos líderes minimizaron sus diferencias al inaugurar ayer un foro hispano-alemán.
"Sólo tenemos este punto de divergencia", afirmó Aznar, "pero es una divergencia que no ocultamos y que seremos capaces de abordar y tratar lealmente en los próximos meses". "Al final, habrá un acuerdo, estoy convencido. Es normal que al inicio de un proceso haya diferencias de opinión", señaló el canciller alemán.
Aznar y Schröder escenificaron así ayer su reencuentro tras 10 meses sin hablarse más que a través de los medios de comunicación, donde han intercambiado invectivas relacionadas con sus divergencias sobre la guerra de Irak, pero también con numerosos aspectos esenciales de la construcción europea. Y lo hicieron en el marco de un gran empeño diplomático para el que Alemania ha puesto casi todo -el motivo de un foro hispano-alemán, la sede imponente de la Cancillería y los gestos de deferencia- a fin de transmitir que su líder sigue siendo capaz de dialogar con un presidente español que, el pasado enero en Lanzarote, llegó a sacarle de sus casillas.
En vísperas de la Conferencia Intergubernamental que se inaugura mañana en Roma, Aznar y Schröder explicaron, en el foro organizado por el grupo editorial Bertelsmann y en una rueda de prensa, sus diferencias sobre el reparto de votos en el Consejo. La oposición de España y Polonia a lo acordado por la Convención en este tema es la mayor dificultad para que la CIG apruebe la Constitución europea.
Schröder, que promovió junto al presidente francés, Jacques Chirac, el cambio del reparto de votos introducido por la Convención sobre lo acordado en Niza, argumentó en términos de oportunidad política. Dijo que tampoco Alemania "está totalmente satisfecha con el borrador de la Convención", sobre todo porque mantiene a ese país como el mayor contribuyente neto a la UE, pero añadió que la prioridad es que la Constitución se apruebe antes de enero y que, "detalles aparte, es difícil conseguir otro texto mejor que el elaborado. Todo el que quiera reabrir este paquete tiene la responsabilidad de velar porque se llegue a otro consenso nuevo y mejor", dijo, aludiendo a Aznar, sentado a su lado.
"Yo sostengo que el consenso está en Niza y no en la Convención. Es legítimo querer cambiarlo, pero los hechos son los que son", replicó Aznar. "Los acuerdos de Niza son el consenso político que hizo posible la ampliación, por lo que me parece razonable que se mantengan y que no se reabra ese debate", añadió como argumento de fondo. Se permitió aquí Aznar un pequeño desliz hacia su actitud con respecto a la Constitución española, cuando, para explicar su resistencia al cambio del Tratado de Niza, dijo: "Soy firme partidario de la estabilidad en España y fuera de España; también de la internacional".
Schröder y Aznar trataron de ilustrar la proximidad de sus enfoques sobre el resto de los temas, aunque no siempre lo consiguieron. Acerca de Irak, el primero dijo que "lo importante es asumir nuestras responsabilidades en la democratización y estabilización de Irak", mientras el segundo animó "a mirar hacia delante y no atrás".
En materia de seguridad, Aznar afirmó que participa "en la visión de la defensa europea" concertada el 21 de septiembre en Berlín por Schröder, Chirac y el líder británico, Tony Blair, aunque no dejó de insistir en que "la relación
debe ser más estrecha que nunca por la amenaza terrorista", en tanto que su anfitrión planteaba que "la cuestión es decidir si Europa puede tener capacidad de acción y competencias propias".
El canciller recalcó que la UE debe potenciar la competitividad de la industria europea, en especial de la química, mientras el presidente pedía reformas y liberalizaciones e insistía en la importancia de las interconexiones eléctricas y de transportes, que tanta falta le hacen a España. Aznar pidió que el Consejo Europeo se ocupe de los apagones que se están registrando en Europa.
Dos sistemas, dos poderes
El sistema de Niza estableció que, en una Unión Europea de 27 miembros, las decisiones por mayoría se tomarán con 255 votos de los distribuidos entre los países por el propio Tratado en función de la población, siempre que los aporten al menos dos tercios de los Estados. Eventualmente, un país puede pedir que se verifique que esos Estados representan al menos el 62% de la población de la UE, pero eso es sólo una posibilidad, no una norma.
La Convención propone, en cambio, que las decisiones se tomen por mayoría simple de los Estados que representen al menos el 60% de la población. Como a España y a Polonia se les adjudicó en Niza 27 votos a cada una, su peso y su capacidad de bloquear decisiones queda sólo cuatro votos por debajo de los 58 que suman Alemania más el Reino Unido (29 votos cada una, como Francia e Italia). Con el nuevo sistema, la suma de la población de España y Polonia (16,19% del total), y por tanto su capacidad de decisión, ni siquiera alcanza a la de Alemania (17,05%). Este método hace que el poder decisorio de los grandes resulte prácticamente incontestable.
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