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Columna
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Un discurso oficial, una política distinta

Joaquín Estefanía

Mientras el discurso oficial sigue siendo uno (equilibrios macroeconómicos, tipos de cambio estables, libertad para los mercados) la política económica es otra. Por necesidad: las cosas no funcionan aplicando ese discurso. La reciente asamblea del FMI y del Banco Mundial ha dado carta de naturaleza a esta dualidad: para salir de la crisis (hay síntomas de recuperación a corto plazo) se adoctrinará a los países en las reglas del liberalismo más ortodoxo y se practicará al mismo tiempo la heterodoxia de la intervención en los mercados cambiarios, monetarios y presupuestarios.

El caso más evidente es EEUU. Acaba de conocerse el porcentaje de crecimiento económico del segundo trimestre del año (un 3,3%), que confirma las posibilidades de una reactivación. ¿Cómo se ha conseguido?: debilitando al dólar cuando ha sido imprescindible; bajando los tipos de interés (13 veces seguidas) al 1%; reduciendo los impuestos; y movilizando seis puntos del PIB (dos puntos de superávit que dejó Clinton y más de cuatro puntos de déficit público con Bush).

EEUU crece pero mantiene el problema de los déficit gemelos: un déficit público federal que está a punto de alcanzar el medio billón de dólares y un déficit por cuenta corriente cercano a los 600.000 millones de dólares. Se denomina índice de vulnerabilidad a la suma de ambos déficit como porcentaje del PIB. El déficit presupuestario previsto para el año en curso, según las estimaciones más alarmistas, podría llegar al 5% del PIB, y el déficit corriente, al 6%. El índice de vulnerabilidad sería pues de 11 puntos. Cuando en el segundo trimestre de 1985, con Reagan de presidente, ese índice superó el 7%, el dólar se desplomó. Estas magnitudes serían insalvables en cualquier otro país y provocarían una crisis espectacular. En su asamblea, el director gerente del FMI llamó la atención sobre estos déficit gemelos, pero nada más. No en vano el Departamento del Tesoro de EEUU es el principal patrono del FMI y este organismo, el mayor transmisor de la opinión del Tesoro al resto del planeta.

También hay algún síntoma de recuperación en Japón, después de mucho tiempo de recesión. En el último cuatrimestre, el índice Nikkei, principal indicador de la Bolsa de Tokio, se ha revalorizado por encima del 40% y acaba de ser reelegido como líder del Partido Demócrata Liberal el primer ministro Junichiro Koizumi, lo que parece fortalecer una coyuntura política estable. Pero esta mejora de expectativas también tiene su lado oscuro: cuatro años de deflación ininterrumpida, intervención en los mercados de cambio para mantener artificialmente bajo al yen y poder exportar en condiciones ventajosas y, sobre todo, un déficit público cercano al 8% del PIB. Las reformas estructurales pendientes, permanentemente vendidas en los discursos oficiales (reducción del gasto público, profundización en la reestructuración de un sector bancario al borde de la quiebra por los impagados, quiebra de las compañías sin perspectiva de recuperar su solvencia, etcétera), no son más que teorías sin aplicación.La coyuntura europea es suficientemente conocida. Ante la parálisis de sus economías, los principales países europeos (Alemania, Francia, Gran Bretaña, Italia) han hecho caso omiso de las reglas del juego vigentes y han roto con el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC), que impide tener un déficit público superior al 3% del PIB. Cundió la sorpresa cuando el director del FMI, el alemán Horst Köhler, se alineó con estas posiciones y pidió una mayor flexibilidad en la aplicación del PEC.

Esta contradicción entre la teoría y la práctica no sólo se observa en la política macroeconómica, sino también en el mundo de la empresa. En pleno mes de agosto, cuando los debates se adormecen y casi nadie reacciona, se conoció la voluntad del Gobierno francés (liberal conservador) de acudir en ayuda de la multinacional Alstom para salvarla de la quiebra. La primera intención del Ejecutivo de Raffarin fue nacionalizar la empresa (inyectar dinero público en su capital), lo que fue imposible al contradecir las normas de la competencia de la Comisión Europea. Finalmente, el comisario de la Competencia, Mario Monti, ha aceptado el plan del Gobierno francés para evitar la quiebra de Alstom consistente en considerar deuda y no participación del Estado en la empresa las ayudas públicas que se le inyectarán.

¿Qué queda del discurso neoliberal de que cada palo aguante su vela y de las teorías del riesgo moral? Volveremos a Alstom.

Horst Köhler, director del FMI.
Horst Köhler, director del FMI.ASSOCIATED PRESS

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