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Reportaje:

Los chirridos de la locomotora europea

Los analistas acogen con frialdad el plan franco-alemán para impulsar el crecimiento del Viejo Continente

La Comisión Europea aventuró a principios de año una tasa de crecimiento de un magro 1% para este ejercicio, reducida este verano a un pobre 0,7%. Peor es la estimación del Fondo Monetario Internacional (FMI), que acaba de rebajar su también precario 1,1% inicial para el conjunto de los Doce hasta el 0,5%. La Eurozona renquea por tercer año consecutivo, arrastrada por el desfallecimiento de sus dos principales economías, la germana y la francesa. El presidente Jacques Chirac y el canciller Gerhard Schröder acaban de proponer 10 proyectos de desarrollo, evaluados en unos 3.000 millones de euros, para catalizar un cambio de tendencia. La acogida ha sido fría.

Las cuatro grandes áreas del plan incluyen redes de telecomunicaciones, investigación y desarrollo, transportes y desarrollo sostenible
El presidente francés Chirac y el canciller alemán Schröder proponen diez proyectos de desarrollo evaluados en unos 3.000 millones de euros

La idea franco-germana de insuflar aliento a la anémica economía europea llevaba meses de gestación en medio de la refriega verbal por la incapacidad de París y Berlín de hacer bueno el límite del 3% de déficit de sus presupuestos, que se rebasará este curso por segundo año consecutivo a ambos lados del Rin para indignación de otros socios comunitarios que han realizado costosos sacrificios para mantenerse dentro del corsé.

Franceses, que ya avanzan para 2004 un déficit del 3,6%, y germanos sostienen que ese tope del 3% se enmarca en un Plan de Estabilidad y Crecimiento en el que se ha dado por ignorar la segunda parte del binomio con el resultado de alrededor de 12,5 millones de parados en la eurozona, a los que Alemania contribuye con más de cuatro. Con un documento presentado a bombo y platillo en la cumbre bilateral de Berlín titulado Alemania y Francia, juntas por un mayor crecimiento en Europa, Chirac y Schröder subrayan su interés por el desarrollo. "Europa no debería esperar al crecimiento, sino salir en su búsqueda", subrayó el presidente francés.

Por parte alemana, Schröder encargó la elaboración del plan a su ministro de Economía, Wolfgang Clement, un hombre de total confianza, más comprensivo con sus propósitos de gasto de lo que hubiera sido el responsable de Finanzas, Hans Eichel, a quien le tiene a mal traer el límite del 3%. En la cumbre, Chirac no ahorró ditirambos para su aliado, cuya "excepcional inteligencia" y "excepcional valor" le han hecho embarcarse en un plan de reformas estructurales y de recortes fiscales en Alemania, la llamada Agenda 2010, que el presidente francés piensa seguir en Francia. El propio FMI ha elogiado a Schröder al constatar que "Alemania va por el buen camino".

Una región competitiva

"No hay duda de que en Alemania estamos en el tercer año de estancamiento y que ello no deja de tener repercusiones sobre otros países europeos", reconoció el canciller. De ahí la imperiosa necesidad de tomar medidas para salir del marasmo. "Queremos que Europa sea un área de auténtico crecimiento, una región competitiva", insistió Schröder, antes de dejarse llevar por la euforia verbal: "Incluso podría ser la región más competitiva" del mundo.

La nueva iniciativa viene a sumarse a la que Italia trajo bajo el brazo al asumir la presidencia de turno de la Unión, otra Acción europea para un mayor crecimiento valorada en unos 50.000 millones de euros y ejecutable de aquí a 2010. El grueso del programa italiano, en fase de observación y maduración en la Comisión, descansa sobre grandes obras de infraestructura y transportes, en línea con el plan Delors aprobado en la cumbre de Essen de 1994 (del que sólo se han cubierto tres objetivos, mientras la mayor parte de los once restantes tendrán grandes problemas para cumplir un calendario de ejecución que debería concluir con la actual década).

El plan franco-germano entronca explícitamente en su preámbulo con el objetivo estratégico de la cumbre de Lisboa, en el año 2000, de convertir a Europa en 2010 en "la economía del conocimiento más competitiva y más dinámica del mundo", propósito del que se hizo eco Schröder en su parlamento en el jardín de la cancillería. El decálogo de Berlín posterga cemento y autopistas para dar protagonismo a la alta tecnología, la digitalización y la ecología.

El documento establece cuatro grandes áreas en las que inscribe de forma esquemática los 10 programas:

1.

Redes de telecomunicaciones y generalización de la banda ancha:

- Desarrollo de la digitalización de las redes terrestres de difusión de radio y televisión.

- Generalización de las redes digitales de banda ancha.

2. Investigación y desarrollo:

- Desarrollo de Internet de tercera generación y su aplicación en los centros de investigación.

- Desarrollo de semiconductores (por ejemplo, programas Medea, Eurimus y Pidea), en especial por las pequeñas y medianas empresas.

3. Transportes:

- Establecimiento de uniones de la alta velocidad francesa y alemana.

- Galileo

[el plan de posicionamiento global alternativo al GPS estadounidense].

- Telemática. Aplicaciones informáticas para los transportes aéreo, ferroviario, fluvial, marítimo y de carretera.

4. Desarrollo sostenible:

- Energías renovables. Desarrollo de la utilización de la energía eólica.

- Carburantes y tecnologías de propulsión alternativos (coche limpio).

- Proyectos comunes de protección del medio ambiente en los países de transición y en vías de desarrollo en el marco de los acuerdos de Kioto.

La iniciativa franco-germana ha sido recibida con silencio en Bruselas, donde es vista como continuación parcial de programas ya apalabrados, y con escepticismo por las opiniones de ambos países, a juzgar por los comentarios de prensa. A Chirac y Schröder se les reprochan los vagos términos en la definición de objetivos de su iniciativa, la falta de calendario y la ausencia de evaluación económica y los correspondientes compromisos financieros. Algunas valoraciones periodísticas le han colocado una etiqueta de 3.000 millones de euros. "Hablar de cifras no tiene sentido, porque hay capital privado y capital público", respondió Chirac a la pregunta sobre costes e inversión necesaria.

Umbral de rentabilidad

"Hay que hacer que el umbral de rentabilidad de estos proyectos, con su efecto sobre el crecimiento en Europa, sea rebajado mediante la intervención del BEI [Banco Europeo de Inversiones] en la financiación de créditos a la inversión", se lee en el documento.

El BEI no expresa opinión sobre el plan francoalemán, asumible como contribución al plan italiano aceptado por los Quince y cuyos detalles de financiación ahora discute con la Comisión. Fuentes del banco han hecho saber que la financiación tanto del plan grande de Roma como de lo añadido en Berlín no es lo más problemático. "Los aspectos jurídicos, políticos y administrativos pueden ser obstáculos más difíciles de salvar [que los puramente financieros] para hacer realidad las grandes ideas", dice el BEI, que pone un ejemplo muy comprensible para España ante los problemas creados para extender el AVE a Francia o abrir una nueva línea por los Pirineos de Aragón. "Cuando hay que taladrar un túnel ferroviario en una montaña entre dos países, las respectivas administraciones deben entenderse, y eso no siempre ocurre".

En el BEI subrayan lo ilusorio de pretender que la iniciativa privada se entusiasmo con proyectos sin clara rentabilidad y otro banquero belga mantiene que la financiación de los proyectos deberá ser pública (por intervención directa de los Estados o indirecta mediante fondos comunitarios allegados por los propios Estados), con el consiguiente efecto sobre los déficit, en tiempos en que las inversiones en este tipo de proyectos, en particular los de grandes infraestructuras, se han reducido a la mitad de lo que eran en la década de los años ochenta.

El presidente Chirac y el canciller Schröder, en su encuentro del 20 de septiembre, en Berlín.
El presidente Chirac y el canciller Schröder, en su encuentro del 20 de septiembre, en Berlín.AP

Contra el 'reglamentismo' de Bruselas

La iniciativa conjunta de Jacques Chirac y Gerhard Schröder se produce en momentos de tensión entre sus Gobiernos y el Ejecutivo comunitario, al que se acusa de aplicar ciegamente la letra. Francia ha pasado por días de encrespamiento con la Comisión por el rechazo de Bruselas a su primer plan de salvamento de la gran empresa Alstom (trenes de alta velocidad, buques, centrales eléctricas), mientras sigue bajo la amenaza teórica de sustanciales sanciones económicas (0,5% del PIB) en el caso de que el próximo año, como acaba de adelantar, viole por tercer ejercicio consecutivo la barrera del 3% de déficit presupuestario. Lo mismo le podría ocurrir a Alemania.

"Nuestra industria juega un papel clave en la mejora del crecimiento del empleo. Representa la cuarta parte de la producción económica de la Unión Europea y emplea a 45 millones de personas", indica el documento de Berlín, donde se alerta contra los efectos negativos del reglamentismo que se achaca a Bruselas en vísperas de nuevas decisiones sobre el sector químico. "Francia y Alemania esperan (...) que la industria no se vea en peligro por un exceso de reglamentación".

Schröder es de la opinión de que el desarrollo industrial es condición previa al desarrollo de los servicios y que debe ser protegido y potenciado. El año pasado, el canciller reprochó a la Comisión que desarrollara políticas que favorecían a los países pequeños, con economías más volcadas al sector terciario, en detrimento de los grandes. El documento de Berlín indica que "Francia y Alemania desean que la futura política en el sector químico", con su efecto de cascada económica, "se desarrolle de modo que se concilien la protección al medio ambiente y los consumidores y la competitividad internacional de la química europea".

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